Dicen que al sexto día, ya un poco cansado, el Señor terminó por crear al hombre y su mujer, a la hembra y su macho (Adán y Eva, Eva y Adán, pues), y un poco fastidiado de tanto trabajar, reunió las sobras, ya putrefactas, de hiena, serpiente, orangután, babosa, tiburón y sapo, y las mezcló con las heces fecales de todos los animales creados. Y en medio de aquella inmensa peste, lejos del Paraíso, aunque cerca del infierno, creó un animal carroñero, ponzoñoso, sucio, apestoso e indigno de compasión: creó el tránsfuga (y, ya en el descanso, Dios tuvo un sueño muy intranquilo por haber creado algo tan inmundo).