El 11 de octubre es el Día Internacional de la Niña. En torno a esta fecha se organizan actividades diversas en cientos de países del mundo y a nivel local. Cada año se reportan estadísticas que dan cuenta de avances o involución con respecto al estado de situación de las niñas. Se constata que la condición de estas es cada vez más preocupante, por el índice de pobreza que las afecta, por el incremento del abuso sexual infantil; y por las dificultades generadas por determinadas prácticas culturales y la negligencia de Estados para garantizar el acceso de las niñas a la educación. Indiscutiblemente, las falencias en el cuidado de las niñas están unidas a la indefensión y discriminación que vive la mujer en la sociedad, frente al poder y a la significancia que se le otorga al hombre. Como se puede observar, son problemas de envergadura por el impacto que tienen en su desarrollo integral, en el reconocimiento y ejercicio de sus derechos; así como por la exclusión, de una formación sistemática, que las coloca a la orilla de la sociedad del conocimiento y de la información. Ante esta cruda realidad, todos los años participamos del lamento por la experiencia que viven las niñas. Además, tenemos que revestirnos de paciencia para volver a escuchar los mismos desafíos que se plantean desde hace décadas.
La República Dominicana se siente interpelada cuando se aborda el tema-problema de las niñas. Nuestro país ocupa en la región el primer lugar en matrimonios antes de los dieciocho (18) años y el quinto lugar con respecto a los matrimonios antes de los quince (15) años, al alcanzar un 12% el matrimonio infantil de las niñas, como plantean representantes de la organización de Plan Internacional en la sección El País, del periódico Hoy en la pagina 12 A, del once (11) de octubre de 2019. Las cifras aumentan, también las ideas para prevenir y para superar el fenómeno; pero lo que se promete y dialoga con representantes nacionales e internacionales cada vez se distancia más de la práctica. Por esto, principalmente en la región sur del país, las niñas resuelven su problema de exclusión con un matrimonio precoz que las lanza al vacío; y complejiza el desarrollo humano de la región y de la nación. La crisis de institucionalidad y la mentalidad desfasada frenan la búsqueda e implementación de medidas que fortalezcan la conciencia crítica y la educación de las niñas y de las familias. Es inconcebible que la educación sexual sea un bien prohibido en la educación dominicana. Es cuestionable que la educación preuniversitaria, la educación familiar y la eclesial se asuman para seres asexuados, para seres que han de negar su energía biológica para comportarse al margen de la razón y de principios básicos de la naturaleza humana. A toda esta problemática hemos de añadirle la agudización de la pobreza en la sociedad dominicana. De los sujetos afectados por la precariedad socioeconómica y educativa, las niñas ocupan un lugar preponderante. Estos hechos deberían movilizar al Estado, a las familias y a la sociedad civil, para hablar menos y hacer más por una infancia que se degrada y se deshumaniza. Esta tarea también compete a las iglesias, por la función que desempeñan en la sociedad. El contexto político convulso y autorreferencial que padecemos actualmente pasa por alto el problema que abordamos. A pesar de ello, no podemos dejarnos vencer, ni sumarnos a la comparsa que, interesada en las luces del poder, obvia la dignidad y los derechos de las personas, sean estas mujeres u hombres. Desde la Educación Superior hemos de aportar ideas, propuestas y resultados de investigaciones que contribuyan a la superación de la alienación que viven las niñas en la sociedad dominicana, especialmente en la región sur. Estas instituciones no pueden ser indiferentes a un fenómeno que incide significativamente en el desarrollo global de la sociedad dominicana e interpela la capacidad propositiva de la Academia. No esperemos el 11 de octubre de los años por venir para repetir fórmulas mágicas, mientras continuamos con el liderazgo entre los países donde el matrimonio de las niñas es algo natural y, además, algo que nos deja impasibles.