Resulta ocioso discutir el derecho de cada quien a votar o no votar en este o en cualquier proceso electoral; muchos no votan por convicción, expresando con ello su posición y/o condena política al proceso electoral, otros por inconciencia o cinismo político. En mi caso, que nunca he sido ni seré imparcial, por mi inveterada tendencia hacia la objetividad y siendo coherente con mis posiciones en las discusiones con determinados sectores de la oposición a lo largo del pasado y presente proceso electoral, votaré por el bloque mayoritario de la oposición que encabeza Luis Abinader.
Lo dejo claro, no pertenezco a ninguno de los partidos que apoyan esa candidatura, en mi vida sólo he tenido una militancia política partidaria, la que a mucha honra hice por veinte años en el ex Partido Comunista Dominicano. Sin embargo, creo que es necesario no solamente mantener el combate contra el continuismo y la generalizada corrupción de los gobiernos del PLD, sino también tomar partido en este momento electoral, donde tanta gente oculta sus convicciones, donde no pasa un día en que personas de trayectoria de lucha por los mejores intereses del país se pasan a las filas de las huestes que antes combatían; reventados los unos, resignados los otros y simplemente vendidos la mayoría.
En esencia, mi posición en el proceso electoral del 2012, como en el presente, parte de la premisa de que la mejor y quizás única manera de vencer la estructura corrupta y corruptora que ha montado el PLD para mantenerse en el poder sin límite de tiempo, es articulando un bloque de fuerzas alrededor del grupo opositor mayoritario que en el 2012 lo era el otrora PRD y ahora en el 16 lo es el PRM. En la medida de lo deseable, ese bloque no se ha constituido, porque sectores opositores susceptibles de ser parte del mismo, a pesar de ser conscientes de que no tienen la más mínima posibilidad de ser opción de triunfo electoral, han preferido presentar candidaturas propias. Con eso asumen sus legítimos derechos, pero incurren en un peligroso error político que indudablemente podría ser sumamente costoso para ellos y para el país.
En tal sentido, siendo coherente con la posición arriba expresada, todas mis opciones de voto las ejerceré en el sentido de mis posiciones sobre la táctica que debe asumirse para enfrentar la prepotencia y vocación totalitaria del grupo que actualmente controla todas las instancias del Estado. Sostengo que la abstención, en última instancia, fortalece las posibilidades de triunfo de ese grupo y que la dispersión del voto, votando por candidaturas congresuales y municipales sin posibilidades de ganar beneficia a los candidatos reeleccionistas del oficialismo. En sentido general, el voto de mayor utilidad política, el que más directamente contribuye a provocar una segunda vuelta es el voto por la candidatura de Luis Abinader.
Aunque he escrito decenas de artículos donde explico más detalladamente esta posición, no faltaran los tergiversadores y alcahuetes de profesión, los necios de toda laya, los de pensamiento simplista, que sacaran conclusiones que nada tienen que ver con la esencia de mi planteamiento. Mi posición en este, como en toda coyuntura política, nada tiene que ver con lo personal, reconoce el derecho de cada quien a expresar como mejor entienda sus opciones políticas, pero entiendo que estamos ante una coyuntura donde no caben las medias tintas, sino actitudes responsables de crítica y combate a las posiciones que se entienden políticamente equivocadas.
En la presente, como en toda coyuntura electoral que se entienda crucial para el país en que se vive, el sentido de responsabilidad política de quienes hacemos opinión pública y vamos a votar, obliga a decir públicamente por qué y por quién lo haremos. Obliga a tomar partido públicamente por la opción que considera mejor, obliga a asumir la responsabilidad cívica de toda persona que acciona en la esfera de lo público.
Votaré de acuerdo a mis convicciones, al sentido de la coherencia, algo que tanta falta hace en esta sociedad. Nada más