Me pregunto qué rating tendrán unos pastores que truenan en los medios de comunicación contra el empoderamiento de las mujeres y a favor de que vuelvan al rol bíblico de obediencia, “a fin de evitar más divorcios, más infidelidades…”

En ciertas iglesias los hombres se tratan de “varón” y a las mujeres se les señala como siervas. A mi pregunta de saber si era así que un conocido llamaba a su esposa, este me contestó que, de todas maneras, “ella era sierva de Dios”.  De este modo, hay siervas en el siglo XXI en la República Dominicana.

Además de ser “siervas de Dios”, desde esta perspectiva se entiende que las mujeres son siervas de sus esposos y deben ser “hacendosas, organizadas, limpias” en su casa.  No trabajan fuera del hogar y, además, deben satisfacer las necesidades sexuales de su esposo sin regañar.

De la misma manera que estos pastores fundamentalistas, algunos de nuestros legisladores estiman todavía que las esposas son propiedad de sus esposos y legitiman la práctica del abuso sexual al pretender que no existen violaciones dentro del matrimonio.

Uno se puede preguntar si estos parlamentarios se guían por la Biblia estricto sensu al momento de legislar o si, cegados por su propio machismo y desconocimiento, frenan con sus actuaciones muchos   intentos de modernización del país.

La violencia de género existe en el matrimonio y es muchas veces invisibilizada por ocurrir a puertas cerradas. Existe cuando prevalece el ejercicio del poder del hombre sobre la mujer, por medio de agresiones psicológicas, económicas, físicas o sexuales en contra de ella por el sólo hecho de ser mujer.

Cuando los abusos sexuales o violaciones se dan en relaciones de supuesto afecto son más difíciles de percibir como lo que son. Sin embargo, según cifras de la OMS, 1 de cada 5 mujeres han sufrido violación o abuso sexual por parte de una pareja estable.

Mayor es la condición de vulnerabilidad de la mujer más compleja se vuelve su situación y más cede esta frente al hombre para que no la agreda, le quite el dinero o arremeta contra sus hijos.

Por eso es importante enseñar sobre la importancia del consentimiento. Cuando una mujer dice NO es NO, sea en la casa o en la calle. Para que una relación sexual sea consensuada ambas personas deben estar de acuerdo en sostenerlas.

Actualmente las mujeres son portadoras de la modernidad y cuando la mujer se empodera, se moderniza el conjunto de la sociedad. La mujer ha sido considerada por siglos solo como subordinada; por lo tanto, sus conquistas son todavía frágiles. Por esta misma razón las mujeres necesitan de forma urgente modernidad y democracia. Es en contra de estas conquistas que truenan determinados pastores y se rebelan algunos legisladores.