Hoy quiero centrar la reflexión en la vivencia del tiempo litúrgico que termina la cuaresma e inicia el tiempo pascual, la semana mayor. El tiempo de la Pascua de Resurrección es una experiencia no sólo para los cristianos durante los siglos,  alrededor del mundo, sino también para marcar la historia de la humanidad.

He llamado a estos días, la vivencia desde el amor trascendente, este tiempo en que se recuerdan los últimos momentos del Jesús histórico en su fase terrena; es una llamada a vivir desde el amor que va más allá de los intereses mezquinos presentes en la humanidad. Este tiempo en que se ha conmemorado la semana santa, a la mitad de ella se les llama triduo pascual, que son  los días jueves, viernes y sábado, y que culminan con la celebración de la Pascua de Resurrección en el domingo, día del Señor.     

Esos días recogen la historia de un hombre que hizo que la historia de la humanidad se dividiera en dos: antes de Cristo y después de Cristo. 

Antecedentes del triduo pascual

Algunos aspectos de la pascua judía pueden esclarecer la comprensión de la pascua cristiana. El pueblo hebreo celebra la pascua en conmemoración de la liberación de la opresión-esclavitud egipcia (éxodo-paso) poniéndose en camino hacia la tierra prometida por Dios a Abraham.

En el libro del Éxodo en sus capítulos del  1-14  se describen  las condiciones de opresión de los judíos bajo el gobierno del faraón, el surgimiento de Moisés como su libertador,
y la salida de Egipto en el proceso de liberación. De ahí viene la palabra pascua, que es el paso de la esclavitud a la libertad.

Jueves Santo

El jueves santo es una especie de "profecía" de la Pascua. Esta experiencia inicia con una cena íntima con el grupo de discípulos amigos, un momento en el que mismo Jesús ha revelado el deseo que tenía de celebrar esa cena con ellos. En el evangelio de Juan 13, 1-15 se da la muestra de la vivencia de un amor que trasciende y llega hasta el extremo. Allí, el Maestro deja instituido el amor ágape o trascendente, el servicio y la humildad en su máximo grado.

En este episodio salen a relucir connotaciones muy humanas, la humanidad plena en la figura de Jesus, y la humanidad en camino de construcción en el caso de Pedro y Judas. Ellos representan de una forma u otra nuestra humanidad incompleta, apegada a expresiones mezquinas y limitadas.

Viernes Santo          

Una vez culminado el evento de la cena, la siguiente estación fue hacia el monte de los olivos, actualmente ese lugar en Jerusalén, tiene árboles de olivo que distan de más de 2000 años. Allí en el huerto, Jesús ha sido tomado preso, pues ya se había dado la entrega “cobarde”  del amigo por unas treinta monedas, Juan 18, 1-19,42 narra de una manera muy explícita cada detalle, y como desde el lugar de los olivos Jesús, es conducido hacia al juicio frente a los representantes de la religión y de la ley, Anás y Caifás. Se une otro hecho que muestran el amor pleno y el amor inmaduro, es  la negación de Pedro.  Al parecer el amor de Jesús fue probado con la traición del amigo, tanto en Judas como en Pedro. Desde ese lugar, el camino que sigue es la cruz y todo lo que ello significó.

Sábado Santo

Durante el día del sábado se da el silencio de la cruz, ha sido demasiado el recorrido desde el jueves hasta este día.  Ahora todo ha cambiado de rumbo y perspectiva, el grupo que parecía sólido e íntegro, ahora está desvanecido, se ha hecho pedazos, nadie cree que pueda ser posible la reconstrucción nuevamente.

Pasadas las horas, avanzado el día, el mismo Juan narra  lo acontecido más adelante, y en el capítulo 20, 1-9  presenta el episodio más grande que concentra este hecho, ese que ha dividido la historia en dos momentos, ese que ha hecho del Jesús histórico, el Cristo, esto es la Resurrección. La tumba vacía descubierta por María Magdalena y otras mujeres  concreta la vivencia de un amor que trasciende la historia y gana la vida para la humanidad.