“El narcotráfico no atiende banderas políticas. En todo caso, las utiliza para acrecentar su influencia. La alternancia en el Poder Ejecutivo Federal, que llevó al PAN a la Presidencia en el año 2000, no le hizo mella. Por el contrario, durante el gobierno de Vicente Fox los capos del narco tomaron nuevas posiciones, ampliaron la geografía de sus dominios e hicieron alarde de impunidad…” (Alejandro Gutiérrez: Narcotráfico. El gran desafío de Calderón).

La visión aldeana del comportamiento de las elites nos hace creer que el futuro será igual que el presente. Se conducen en una oralidad pasmosa, como si el día no transcurriera y se transformara en la noche como espacio finito del cambio de temporalidad. Juegan al ayer como si fuera la prolongación del mañana.

Sin embargo, el Neocorporativismo instalado con mayor dimensión a partir del 1996, trajinaría una nueva manera de hacer política y de acumulación originaria de capital. Grandes transformaciones normativas no trajeron consigo, al mismo tiempo, un adecentamiento de la vida política, aunque es dable el reconocimiento de un nuevo discurso a la luz del consenso de Washington. La política se destemplaría en el que, como fase de la pérdida de virginidad, acusó una flagelación del desnudo con la piel.

La política aquí no solo perdió el marco referencial, sino que acunó la entronización de la corrupción de una manera sistémica y estructural. Partido-Estado se abrazaron para la corporativización y con ello, la corrupción despiadada. La corrupción es el signo de la entrada de la Narcopolítica. A más corrupción más Estado débil y mayor penetración de todas las variantes de la descomposición. Con la corrupción, a través de la delincuencia política, entra sin sutileza el Narcotráfico. El Narcotráfico es el padre de la Narcopolítica, es el que propicia y le da vida a la Narcopolítica.

La génesis de la Narcopolítica, del auge del narcotráfico en el tejido político-partidario, se debe en gran medida a la asunción de la Plutocracia: las ideas, los proyectos programáticos desaparecieron y el dinero, viabilizado por el clientelismo, se convirtió en el santo y seña de la vida política dominicana. Aunque, estamos en la etapa incipiente de la Narcopolítica que como nos decía el Dr. Paul Rexton Kant son cinco categorías por lo que corre la Narcopolítica y el Narcoestado: incipiente, en desarrollo, serio, crítico y avanzado. Nos encontramos en la primera fase, no obstante, el narcotráfico representa un verdadero peligro en nuestra sociedad. Actualmente, en nuestro papel de transporte de las drogas, enviamos a Estados Unidos el 10% de todas las drogas que llegan a ese imperio.

Eso conduce a la Narcoeconomía que es una de las fuentes medulares de la economía sumergida (ilegal), que más tarde deriva en “inversiones”, en Narcoempresarios, y esto a su vez, necesitan de los partidos y de la política para protegerse más fácilmente de los estamentos reguladores y coercitivos del Estado. En algunos países la Narcoeconomía ha representado un 25 % de los gastos en campañas electorales y la corrupción alrededor de un 50%. En nuestro país no existen estudios al respecto; sin embargo, la Sociología visual nos dice que, entre la Narcoeconomía y la corrupción, en el entramado de la economía sumergida, se mueven alrededor de 2.5 a 3% del PIB anualmente.

La Narcopolítica, consecuencia de la plutocracia y de la corrupción galopante, tiene al mismo tiempo como soporte conceptual, explicativo, de que en los últimos años el grado de desprestigio de la política, la exacerbación del individualismo que trajo la globalización, al tiempo que se verificaría la más ostensible anomia institucional (ausencia del cumplimiento de las leyes y cuasi la desvertebración de la Justicia). La disminución del Estado de derecho, constituye un acicalamiento, una escala ascendente, de la penetración de la Narcopolítica y de la incorporación del outsourcing en la política (banqueros: dueños de bancas de apuestas), sin preparación ni vocación para tan importante ciencia, que al mismo tiempo es arte.

Por lo que ello significa para el tejido social de un país, el Narcotráfico es definido por las Naciones Unidas “como crimen de lesa humanidad”. Por lo que comporta y contiene es una amenaza terrible a la democracia, sobre todo, en países como el nuestro, con tan fuerte debilidad institucional y el profundo peso social que tiene la complicidad social y la capacidad de redes sociales que construyen los hacedores de la criminalidad y el crimen organizado. Las alcantarillas del narcotráfico y la corrupción desarticulan la efectiva gobernanza democrática. Como nos dice John Bailey en su libro Crimen e Impunidad "… La política se trata de poder y decisión. El poder posee diversos atributos que incluyen la violencia, la intimidación, el dinero, los votos, el conocimiento, la propaganda y la legitimidad".

El grado de penetración es virulento en una sociedad como la nuestra, caracterizada por un desempleo ampliado estructural muy alto (13 – 17), un subempleo de 3.8%. La desocupación total (incluye los desalentados más los subocupados) es de 18.5%. Un nivel de escolaridad de sexto grado y una cultura cívica, una civilidad, en el peor ranking de 18 países evaluados de América Latina y el Caribe. Esto hace que la tolerancia frente al comportamiento desviado se constituya cuasi en la norma, sin importar el perfil sociodemográfico. Las escalas de valores – honestidad, honradez, integridad, solidaridad, pulcritud, entereza, honor, decoro, lealtad, probidad, disciplina – se fueron desbordando por la cuneta del lodazal del sálvese quien pueda. Un desenfreno demencial individual nos obnubilaría como sociedad frente a los proyectos colectivos.

La actitud cerril, cuasi primario de la elite política y una parte de la elite empresarial, nos ha llevado a una sociedad donde el narcotráfico se encuentra en la etapa seria y en la Narcopolítica es probable que no tengamos muchos actores, sobre todo en el plano de las cúspides partidarias; empero, es obvio el peso gravitante del narcotráfico en las campañas y en “las ayudas” a los partidos. La Narcopolítica se define allí donde el Narcotráfico tiene un peso en las instituciones del Estado y grado de influencia, que trae consigo la captura criminal de este. Por eso, la corrupción y el narcotráfico son hermanos gemelos que desestructuran el desarrollo de un Estado y la armonía de una sociedad.

Jabez L. M. Curry, Ex Senador de los Estados Unidos, dijo “Un estado próspero se debe construir sobre los cimientos de un carácter moral, y este carácter es el elemento principal de su fuerza y la única garantía de su permanencia y prosperidad”. La Narcopolítica propicia la erosión del Estado y con ello, la “evaporación institucional”. El Narcotráfico, en el blanqueo de capitales a través del lavado, se va transformando en Narcoempresario y esto trae consigo que, ya colocado en el tejido empresarial, se convierte en “potable” desde la categoría social adquirida y con ello, en un nuevo status, en una nueva simbología social. El dinero “se transforma” en lo social, en el personaje transmutado. Logra así los espacios sociales, físicos y políticos para interactuar con toda la jerarquía política, social, religiosa.

Las redes delincuenciales se mutan en redes sociales. La Narcoeconomía penetra los poros más sensibles de una sociedad porosa en sus necesidades de empleos y de “ayudas económicas” y de asistencialismo visceral. Elemento vital para ampliar su cooptación y liderazgo. Superar los Narcodólares, como el Narcolavado, que son las expresiones concretas del Narcotráfico y la Narcopolítica significa que debemos dar un giro como sociedad. Tenemos que reevaluar LA POLITICA y los poderes del Estado. Que el sistema electoral sea eficiente, transparente, funcional, que los mecanismos de control estipulados en las leyes 33-18 y 15-19 (Partidos políticos y Régimen Electoral), actúen a toda plenitud. Asumir los artículos 18 y 204 del Régimen Electoral y el artículo 42 de la Ley de Partidos.

Que los dirigentes políticos marquen un nuevo paso: ¡dejen de tener una visión aldeana de la sociedad, que se aboquen a cristalizar un verdadero Estado de derecho en la praxis de la vida cotidiana! Solo así evitaremos a mediano plazo una profunda violencia en nuestro cuerpo social-institucional.

José Reveles en su libro Échale la culpa a la Heroína, de Iguala a Chicago expresa “En Iguala hubo un cambio de paradigma. Allí no llegó un alcalde que recibió, desde candidato o ya con el triunfo en la mano, la vista de los personeros de la delincuencia organizada con el consabido ultimátum del ¡“plata o plomo”! para obligarlo a protegerse a los designios criminales. Allí el elegido en las urnas hizo el recorrido al revés, ya era un operador de la criminalidad a quien le bastó comprar, tomar y ejercer el poder municipal al amparo de las siglas del Partido de la Revolución. No era pues, la autoridad sometida por el amago de la delincuencia, sino la criminalidad actuante conquistando con dinero el poder local…”.