Por su forma, medios utilizados y características de sus ejecutantes, los recientes actos terrorismo que actualmente acogotan el mundo son indicadores de que la lucha contra el terrorismo que llevan a cabo diversos organismos de seguridad de los países más tocados por ese tipo de acciones no conduce a ningún sitio. Esa lucha está condenada al fracaso si se limita al recurso de la violencia represiva, y no se va a las raíces del mal. Nada pueden hacer quienes dirigen esos organismos contra un monstruo creado a lo largo de la historia por las cúpulas políticas, económicas y religiosas que dirigen esos países.
A lo largo de la historia, la generalidad de los actos terroristas, se han justificado nombre de alguna religión, de una ideología política o de prejuicios étnicos. Sin embargo, decir que los crímenes, y los actos de terror que se cometen en nombre de esas doctrinas y creencias son consustanciales a estas, constituye un solemne disparate. Las torturas en diversas máquinas hechas para esas siniestras, las quemas en hogueras y las matanzas que se han hecho en nombre de la pureza del catolicismo, las matanzas a los llamados infieles y los actos terroristas hechos en nombre del islamismo, no son atribuibles a la esencia de esas doctrinas. Más que en la interpretación de lo que dice o dicen que dicen las doctrinas religiosas o políticas, lo más importante es conocer la historia de los pueblos que de alguna manera son seguidores de esas doctrinas
La historia registra momentos en que en diversas partes del mundo religiones diferentes (cristiana, judía y musulmana) convivían pacíficamente en un mismo territorio. También registra, innumerables crímenes, holocaustos y todo tipo de abusos contra los seres humanos, cometidos en nombre del cristianismo, del islamismo, del nazismo, el estalinismo, entre otras doctrinas o creencias. En cuanto a la violencia de matriz islamita, es pertinente pues, preguntarse cuándo y porque se inició esa violencia que en nombre del islamismo golpea no solamente a algunos países occidentales sino también a países orientales.
Para algunos autores, esa violencia comenzó con el proceso de desarrollo del capitalismo en occidente, el cual, en su etapa imperialista, particularmente, acentuó el proceso de decadencia de la parte Oriente que fue determinante para el desarrollo científico, técnico y cultural de Occidente: el mundo árabe. La acumulación de riqueza de Occidente, sobre la base del terror y saqueo de los recursos naturales de diversos países, particularmente en los países árabes, acentuó la miseria allí y en casi todo el mundo. Esa circunstancia ha sido un factor significativo en la castración de las potencialidades del islamismo hacia la tolerancia y las dificultades algunos altos dignatarios de esa religión para asimilar los cambios de los tiempos.
La exclusión y violencia contra los islamistas que viven en zonas degradadas de algunas ciudades occidentales, determina que aparte del terrorismo organizado, comience a despuntar un terrorismo individual en nombre del islamismo que es imposible eliminar con represiones ni con una expulsión de los migrantes de origen musulmán, como quiere el populismo ultranacionalista, impracticable por razones económicas, políticas y humanitarias. Ese nuevo terrorismo individual no es posible terminarlo con represión, sino con un cambio de las condiciones deplorables de miseria y humillación en que viven grandes contingentes de gente en zonas híper degradas de diversa ciudades occidentales, africanas y orientales, que es lo ha determinado el llamado nuevo terrorismo urbano. El respeto de sus derechos y permitiendo su inclusión social podría ser el inicio de un largo proceso que logre invertir las tendencias terroristas tanto organizadas como individuales.
De igual modo, debe procederse para evitar la generalización de actos de terroristas aislados, como los cometidos por negros en nombre de la defensa de sus congéneres que también son expresiones de la desesperación, la violencia y discriminación y los prejuicios contra los negros a lo largo de la historia de Estados Unidos. Uno de esos terroristas nació y se crio en el ambiente de violencia en que discurre la vida de muchos espacios de ese país, fue entrenado para invadir otros países, pero eso no exculpa de un execrable acto terrorista que nada tienen que ver con la valiente luchas de las Rosa Park y Harriet Tubman, los Malcolm X, Martin L. King y Nelson Mandela, en defensa de los derechos de los negros.
Finalmente, las raíces del terrorismo hay que buscarlas en la desenfrenada opulencia en que vive una minoría en Occidente, al igual que diversas castas gobernantes en los países árabes que jamás se han interesado en el desarrollo de instituciones políticas democráticas de sus respectivos países, y en las consecuencias de ese desenfreno por la opulencia: la humillación, miseria y violencia a que se somete a millares de millones seres humanos. Esas minorías, esas castas sembraron las semillas del odio, de la violencia, de la intolerancia las cuales han brotado en forma de un terrorismo, que sólo es posible vencerse terminando las causas que lo han generado.
Esas no las eliminaran quienes la sembraron, sino los amantes de la paz, la convivencia y el respeto a las diferencias y a los percibidos como “diferentes”.
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