Para la Sociología es importante estudiar las fuerzas sociales que modelan el comportamiento humano y tratar de describir y explicar el clima social, así como hacer, hasta cierto límite, predicciones del futuro observando las tendencias para identificar las fuerzas sociales. Como estudia, al mismo tiempo, las formas en los que se organiza socialmente la vida humana. Es en ese marco donde podemos ver la vida cotidiana y las tendencias sociales en Dominicana.

Como el ser humano opera en el marco de una estructura social determinada se encuentra en una constante construcción y reconstrucción a fin de bosquejarse, de crearse, a través de la acción social, de la integración, del poder y la cultura, de ese tejido social que lo anida, lo incluye o lo excluye de su existencia vital, de sus condiciones materiales de existencia.

Esa acción humana del dominicano que se cristaliza por el mundo social en que habita en su vida cotidiana, de una realidad social adversa, llena de obstáculos, que más que vivir, sobreviven. Alrededor de un 55% de las familias dominicanas no logra incorporarse a los elementos básicos de una sociedad moderna. Más que factores sociales incubados en el cuerpo social dominicano, nos encontramos que es la ausencia de políticas públicas y la calidad de la Clase Política lo que hace posible esa vida tan desgraciada, tan azarosa de ese componente importante de la población; produciendo así, cuasi un patrón social que se dibuja en nuestro tejido social.

Lo que estamos diciendo es que esos factores sociales, que están ahí en nuestra formación social, son creados por una elite política y determinados sectores estratégicos de la sociedad que por falta de visión, por ceguera, por ignorancia, por falta de compromiso y sensibilidad, han generado una estructura económica-social y política que excluye y degrada la existencia humana y en consecuencia, no permite el desarrollo de las capacidades en la fuente primigenia del derecho.

La vida cotidiana del dominicano, que es la forma como nos estructuramos y conformamos lo que hacemos a través de las distintas interacciones sociales, crea un conjunto de maleabilidad para obtener la sobrevivencia, lo cual trunca en gran medida lo que realmente quisiéramos ser. Dicho de otra manera, la precarización de las condiciones de existencia subvierten  nuestras identidades, que como diría el sociólogo Richard Jenking citado por Anthony Giddens, la identidad “es nuestra comprensión de quienes somos y de quienes son las otras personas, lo que evidentemente incluye su comprensión de quienes son ellos mismos y también, nosotros”.

Como las identidades sociales se construyen no vienen dadas de manera genética, los actores políticos y muchos hacedores de opinión pública han creado en el imaginario del dominicano la cultura de la desesperanza, de la falta de ilusión y de la trinchera necesaria de la utopía. Han exacerbado el individualismo atroz y aunque en los sectores más carenciados se mantienen esas ventanas de solidaridad, el clientelismo de los partidos ha desgarbado el espacio de unidad que mantenían. En la clase media y media alta, el clientelismo atrapó el sueño colectivo y desdibujó el río caudaloso de una esperanza cierta.

Lo que vemos en la Encuesta CID–Consultoría Interdisciplinaria en Desarrollo donde establece que el 85% de la población no cree que saldrá de los niveles actuales en que se encuentran económica y socialmente. Lo que nos dijo el Banco Central en su primera Encuesta de Cultura Económica y Financiera, donde el 60% de los hogares del país recibe menos de RD$18,000.00 pesos. Léase bien, HOGARES, no personas. Cuando se le pregunta que hicieron en el hogar para lograr cubrir los costos de vida:

67% se endeudaron;

19% retiraron dinero de los ahorros.

61% se redujeron los gastos.

17% hicieron trabajos extras;

8% pagaron las cuentas tarde.

7% vendieron algo que les pertenecía.

En el Estudio del Banco Mundial “Cuando la prosperidad no es compartida”, se señala que solo el 2% en los últimos años (12) ascendió socialmente, 19% bajó en la movilidad social y 79% se quedaron congelados. La CEPAL había establecido en su más reciente estudio un 40.2% de pobreza y en la semana que acaba de pasar, el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo en su MAPA DE LA POBREZA dice que la pobreza se encuentra en un 38%, mucho más alta que en el 2000 que se situaba en un 32%. Nos muestra el Mapa de la Pobreza el enorme desgarramiento social en los distintos territorios, donde hay provincias que tienen una tasa de pobreza de 90%, 83 y 82% de su población.

Esta espeluznante y grotesca realidad social se encuentra inextricablemente relacionada con la calidad de los actores políticos, con su falta de compromiso y la notable ausencia de voluntad para romper esa cadena de agobio, de angustia y guerra permanente para obtener lo más mínimo para sobrevivir. La respuesta a todo ese drama social es una especie de maleabilidad, de malabarismo, de cambios y mutaciones que lo trastoca y le quita el sentido de la existencia humana: pensar y reflexionar para mañana. Porque el día es una batalla campal para ver donde encuentran “el moro, la bandera”.

Hacen de todo positivamente; empero, al mismo tiempo, hacen de todo negativamente. Reproducen en su contexto social, en su hábitat social, lo que hace un importante segmento de la Clase Política: mentir, engañar, manipular, robar; entrar en el horizonte del bajo mundo. Solo que los primeros cuando los descubren van presos y los segundos: los niveles de Impunidad-Inmunidad les crea una sombrilla de protección sin parangón

Ante esta realidad tan visible, las tendencias sociales y políticas para los próximos años (5–8) serán una alteración y desaparición de los partidos tradicionales (grandes y emergentes pequeños). Se advierte una descomposición de los que ahora lucen estables y el grado de involución, de fragmentación de otros. Al prolongarse no tendrán ningún efecto sobre el escenario social y político. Será más recrudecido el panorama si las opciones han sido ya evaluadas en la práctica del ejercicio del Estado, algo que poco le conviene a los hacedores del stablishment.

Hay un deterioro del Sistema de Partidos y del liderazgo de las elites políticas, dada su pésima calidad en la actuación y la representación. Existe una gran desafección y alienación de la ciudadanía alrededor de los partidos. Las encuestas Gallup/Hoy y CID así lo destacan.

No podemos hablar de recomponer la democracia dominicana porque en realidad no la hemos tenido. De lo que se trata es como diseñamos una mejor democracia. Para ello se amerita de desbloquear el Sistema de Partidos, que implique una mejor relación entre los votantes y los elegidos y un sentido ético de la política. El plano social, el cuadro desgarrador, la fractura social que  gravita en nuestra sociedad amerita de un nuevo modelo más inclusivo y más pensado en el bienestar y calidad de la gente, que neutralice y encamine el potencial de una crisis social, por la existencia de una vida cotidiana dantesca para un amplio segmento de la sociedad.

¡El empleo, la salud, la seguridad ciudadana, la vivienda, el agua potable, la energía eléctrica son problemas endémicos y sistémicos que no pueden ser resueltos por estos partidos electorales profesionales. Ellos entroncan con un pasado y un presente que diluye la existencia real como sociedad que nos englobe a todos y a todas!

*Este artículo se escribió el martes 17 de febrero de 2015