Víctor José Víctor Rojas, me contaste en el patio de  tu casa en la calle Cuba, santiaguero Barrio de los Pepines, en uno de los ratos libres que nos dejara el horario de la Escuela Anexa “Salvador Cucurrullo” dónde hicimos la primaria, la que estaba a una escasa cuadra del “Instituto Iberia” de Don Pepe, en la Calle del Sol, me confiaste que tu apellido era de origen armenio y por ello tu abuelo lo “aplatanó” por impronunciable (uno de las naciones diásporas porque el compromiso del Gran Imperio Británico no se cumplió al no establecerse una “casa nacional armenia y otra palestina” como le hicieron al sionismo en el caso de Israel). Ese nivel de conversación entre adolescentes es el que llevo en la memoria desde entonces. Para demostrarte si hace tiempo, te reto a encontrarte en la foto del B-2 en La Salle con el Hno. Pedro, su titular.

Supimos permanecer frente a los embates del tiempo post-trujillista en que los “grandes” del Liceo “Ulises Francisco Espaillat” (los tígüeres del UFE) y de ahí acercarnos a los “primigenios” grupos izquierdistas y nos llegó la efervescencia con la “guerra de Abril”. Todavía recuerdo, luego de nuestro paso por La Salle, cómo saliste de Santiago para estudiar en la UNPHU y te expulsaron en las protestas en aquellos tiempos cuando  teníamos a la Federación Dominicana de Estudiantes agitando a todo el estudiantado nacional. Pero, no se aprovechó el momento para mantener una real federación “nacional” para quedar reducida al ámbito de la UASD. Estuvimos en esos tiempos gloriosos.

 

Eso sí, debo confesarte que me engañaste porque en nuestra adolescencia compartida, nunca te vi la vena de poeta o de bohemio, porque ya sí conocía la de “garabateador” de nuestro compañero artista, Orlando Menicucci, quien me insistió en coger el pincel para pintar mis sólo dos cuadros, rescatado por mi esposa Margarita, y el otro se lo regalé a “Chiqui”, la poetisa Scherezada Vicioso. Algo así como la incursión de mi hermana Mu-Kien en la dramaturgia con una obra: “Yo soy Minerva”. Además, fuiste el que introdujo a mi hermano Pengbian a la música popular luego de regresar con su flamante título de Berklee.

Para que reconozcas que el  mundo es un pañuelo, agrego una foto en nuestro 50 aniversario de graduarnos en la añorada Escuela Anexa, tomada por mi primo, Fonso Sang, compañero nuestro en esa promoción que egresó en 1962.

También, nos une la familia, aunque no sea por la “sangre”, sí por la unión por matrimonio, porque tu tía Dulce Alina se casó con mi primo-hermano Alfredo Sang. Así que compartimos primos.

En verdad que el mundo es pequeño, o ¿es que las almas grandes se sacuden de un mundo que les queda pequeño? Descansa, tu alma inquieta, en paz. Nuestra solidaridad y ánimo, de los Sang Ben y mi esposa Margarita, a tu compañera de vida y vecina nuestra del “pantalón de la Máximo Gómez” de Santiago: Sobeida y, a tus hijos, Ian y Amy.

«Sigue llevando la bachata más allá de este planeta, la Tierra…»