Emocionante y aleccionador es el homenaje a héroes anónimos de la pandemia de Coronavirus y a los inscritos en las páginas de la historia patria dominicana que hace doña Elvia Miller, viuda del doctor José Augusto Puig, en sus “Reflexiones” que circulan en las redes en ocasión de cumplirse el 71 aniversario del heroico Desembarco en Luperón del 19 de junio de 1949. (1) /)

Esta demostración adquiere un valor inmenso en las circunstancias difíciles que atraviesa el mundo en su lucha en contra del Covid-19 y particularmente en nuestro país, donde el ciudadano común y corriente está doblemente condicionado, preso entre la tragedia sanitaria y como rehén del circo electoral.

Impacta en estos tiempos de reclusión que, según su visión,  es mejor arriesgarse con precauciones que permanecer pasivos y encerrados. Ahora es el tiempo en que la gente necesita más que nunca nuestro apoyo y nuestras manos amigas.

Confinada de cuerpo, pero no de mente, en medio de incertidumbre y ansiedad, armada de una experiencia fructífera en el plano profesional y familiar vivida durante sus casi 97 años, doña Elvia se caracteriza por sus sólidas convicciones, su actualización permanente y sus pensamientos modernos.

En esta ocasión esta gran dama hace una vez más, con entereza y lucidez, una demostración sin fallas de su espíritu de lucha, humildad y memoria cívica.

Narra acontecimientos poco desvelados del anti trujillismo en los cuales su esposo, el doctor Puig tuvo participación destacada y sufrió en carne propia las embestidas de la cruel tiranía.

En tiempos electorales en donde la verticalidad parece ser más bien prerrogativa de especímenes en vía de desaparición, su testimonio adquiere un valor aleccionador que estimula los ánimos.

Frente a vergonzosas renegaciones de principios y el oportunismo y cobardía que reinan en el ambiente, su comparecencia nos habla de jóvenes que fueron labradores de sueños.

En sus palabras, doña Elvia rememora y destaca el sacrificio del exilio antitrujillista y los enormes obstáculos que este encontró en su empeño de derrocar la tiranía, así como el valor de los expedicionarios que acuatizaron armados en la bahía de Gracia, en Luperón.

Rinde también homenaje a los patriotas que constituyeron en Puerto Plata, a mediados de los años cuarenta del siglo pasado, el Frente Interno de Liberación (FIL), capítulo cimero pero muy poco conocido de la larga y permanente resistencia antitrujillista.

Fundado por Fernando Spignolio y otros valientes, el FIL logró proezas únicas en la lucha contra el dictador. Organizado sobre la base de la más estricta clandestinidad, logró articular su acción a otros grupos y núcleos antitrujillistas en otros puntos del país.

El Frente Interno llegó mucho más lejos, logrando establecer mecanismos de comunicación con el exilio que se tradujeron en planes de acción y, específicamente, en la introducción clandestina de armas por Puerto Plata.

Aunque doña Elvia no lo señala de manera expresa, en sus planteamientos hay un homenaje a la memoria de su esposo, José Augusto Puig Ortiz, de los fundadores del Frente y quien fuera el secretario de esa organización.    

Dicho lo anterior, es fácil entender por qué mucha gente de su generación considera inconclusa la tarea por la que sacrificaron su vida los héroes y mártires del Desembarco en Luperón del 19 de junio de 1949.

Como lo escribió Cesar Pérez, en uno de los innumerables comentarios positivos que suscitaron las “Reflexiones de Elvia Miller”: “Cuando uno ve esta verticalidad, esa entereza y talento, uno refuerza su compromiso no solo con sus ideas y lucha por un país distinto sino para seguir el ejemplo de luchadores de su estirpe. Su figura y ese discurso son expresiones de lo mejor de la historia de este país”.