"Anoche murió uno de los personajes

más oscuros de nuestra historia”

Declaración del Gobierno de Chile.

La transición chilena iniciada en 1990 ha tenido en sus 25 años un componente incómodo, molestoso pero sobre todo profético por la fuerza de su denuncia y por la potencia de su anuncio. Empezó con la “justicia en la medida de lo posible” y el Informe Rettig (1991) durante el gobierno de Patricio Aylwin, pasó por la olímpica mirada para el lado del gobierno de Eduardo Frei Ruiz Tagle (que incluso evitó el tema del asesinato de su propio padre el ex presidente Eduardo Frei Montalva) y por los esfuerzos siempre insuficientes de los demás gobiernos concertacionistas hasta llegar a una situación nueva en la que es imposible ignorar lo evidente: le llegó la hora a la verdad y a la justicia.

La plena vigencia de los Derechos Humanos es sin duda el componente más importante de la democracia junto a otros elementos que deben estar garantizados como las elecciones periódicas, competitivas, con sufragio universal, la separación de los poderes y la sujeción de las Fuerzas Armadas al poder civil. El hecho de que agentes del Estado no anden matando, desapareciendo o torturando ciudadanos no implica su plena vigencia. La promoción de los Derechos Humanos y la búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación luego de violentas dictaduras militares, es un imperativo de la democracia, de los líderes políticos, de las iglesias y de la sociedad.

La impunidad, que como sabemos consiste en la renuncia del Estado a sus obligaciones de verdad, justicia y reparación, es la institucionalización de la complicidad, donde el paso del tiempo se utiliza a la espera de la peor de las impunidades, la biológica.   La “impunidad biológica” tiene la extraña particularidad de que no la quieren los culpables (nadie quiere morirse), pero es la trinchera nauseabunda de los cobardes, de los timoratos, de los cómplices, escudados siempre en frases como “el tiempo lo borra todo”, “hay que ser compasivos”, lo que demuestra además su ignorancia por aquello de que “las personas pueden ser compasivas, pero el Estado no, el Estado tiene normas y debe cumplirlas.”

Acomodados en esa impunidad biológica seguramente estaban muchos en Chile cuando un soldado integrante de la patrulla que quemó vivo a un joven chileno y a una joven chilena en julio de 1986, decidió contar la verdad venciendo las presiones que por años ejerció la institución militar. Carmen Gloria Quintana increíblemente sobrevivió al horror y tan pronto pudo empezó a reclamar justicia.  Al principio recibió incluso el reclamo de la mujer del dictador “No se por qué protesta tanto esta niñita, si se quemó poquito”.

Las declaraciones del soldado vinieron a comprobar todos los relatos repetidos incansablemente por Carmen Gloria sin encontrar oídos.   Finalmente quienes les rociaron gasolina, les prendieron fuego y los abandonaron luego en un camino vecinal, están siendo juzgados y serán condenados. Fue duro para todos ese julio del 86. Parecía que no nos levantaríamos de nuevo, lo recuerdo especialmente gris y frío. La crueldad abate pues era también un aviso: Eso te lo podemos hacer a ti.

Hoy está siendo sometida a prueba la democracia chilena respecto de la sujeción de las Fuerzas Armadas al poder civil, puesto que estas importantes instituciones del Estado deben entregar toda la información que dispongan, toda.

Pero si bien hemos vuelto a ver en la prensa los nombres de los militares que conocimos en ese tiempo, también hemos podido ver opiniones que nos retornan al dolor o nos invitan a una reflexión más cuidadosa. Escribió alguien que estos ‘oscuros personajes’ eran una creación de Chile, haciendo la grosera invitación al ‘si los responsables somos todos, no hay culpables’ y eso por supuesto no es verdad. Esa fue una creación del Estado chileno y de sus instituciones, que existen para proteger a los chilenos y las chilenas y que disponen del peor de los monopolios, el de las armas.

En medio de este proceso y mientras cumplía condenas de 529 años de cárcel y con juicios pendientes, dejó esta tierra Manuel Contreras (alias Mamo) creador de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA). Fue entrenado en la Escuela de las Américas (1967), agente pagado de la CIA entre los años 1975 y 1977 según el “Informe Hinchey” de la Comunidad de Inteligencia de los Estados Unidos que en el año 2000 debió responder sobre las actividades del gobierno de Estados Unidos en Chile durante la década de los ’70, sobre la muerte de Allende y la participación de agencias norteamericanas en el Golpe de Estado de 1973 y sobre las violaciones a los Derechos Humanos cometidas por agentes de la dictadura de Pinochet.

Creador de la “Operación Cóndor”, una asociación criminal de Estados latinoamericanos (1975). El “Mamo” fue responsable del asesinato del General Prat y su esposa en Buenos Aires (1974), del asesinato del ex canciller Osvaldo Letelier en Washington (1976), crimen planificado en Bonao (RD) donde participó M. Townley y de… (pueden visitar el link al final de esta nota).

La madrugada del pasado sábado 1° de agosto, apenas se supo del fallecimiento de Contreras, se hicieron celebraciones en la Plaza Italia, un parque donde los santiaguinos celebran los triunfos electorales y los deportivos.

En el frente del Hospital Militar donde murió Contreras y desde donde fue sacado en secreto para ser cremado, también hubo una alegre y patriótica celebración que incluyó bailes de cueca (baile nacional de Chile).

¿No habrá en alguna parte algún merengue pendiente?

 

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Prontuario de Manuel Contreras: http://www.boletinderecho.udp.cl/docs/2015/ProntuaroM%20Contreras%20Suprema1995-%20julio201%20Ob%20JT.pdf