Confieso que, a lo mejor por mi juventud, soy inexperto en esto de escribir artículos de opinión, pero no podía continuar en silencio ante esta cuestión que les he de tratar, y les adelanto a ustedes lectores mi agradecimiento por tomarse un minuto y leerme.
Hace unos días tuve una conversación con alguien que se ha convertido en un familiar muy cercano, de nacionalidad venezolana, con extensa preparación y hoja de vida intachable en su patria y en la nuestra, quien hace más de una década se ha radicado en nuestra “paradisiaca” isla con toda su familia. Conversamos sobre lo que diariamente viven millones de personas en Venezuela, tema que posiblemente le dé pena tocar a cada dominicano que se encuentra con una persona oriunda de la tierra de Bolívar, por el sentimiento con que narran aquella experiencia quienes la han vivido en carne propia y han tenido que viajar hasta acá huyendo y buscando refugio.
Durante dicha conversación vino a colación una imagen que decía “Venezuela, los Dominicanos estamos contigo” pero no imaginan mi sorpresa cuando con dolor este amigo exclamó “¿Quiénes son los dominicanos que están con nosotros? si parecemos estar solos en el mundo”. Tristemente, es así.
Nuestros gobiernos, como muchos otros de Latinoamérica han sabido de manera inteligente gozar de acuerdos con Venezuela y su riqueza petrolera que aparentemente solo benefician unilateralmente, pero cuando se trata de la situación social actual de ese país, esos gobiernos brillan por su ausencia. Es probable que nuestros políticos se hayan hecho de la vista gorda para conservar la relación favorable con sus homólogos en Venezuela, pero con esto se están haciendo cómplices de la barbarie que arropa a los ciudadanos de ese país.
Pero estos políticos ¿A quiénes representan? Es evidente que, por lo menos en este tema, no son la voz del pueblo. El dominicano siente dolor con la situación de los venezolanos, es inevitable que sea así por una cuestión de empatía, porque somos humanos y tememos la posibilidad, acaso no muy lejana, de reflejarnos en ese espejo.
Hermanos venezolanos, los dominicanos, el pueblo que ve sus protestas, que escucha sus historias, que llora a sus muertos y siente su dolor, les dice que ustedes no están solos. No desfallezcan, fuerza y fe. Cuenten con miles de oraciones desde este lado del Caribe, para que la paz llegue a sus casas y que Venezuela pueda recuperarse, que pueda volver a ser la nación rica y próspera que una vez albergó a tantos dominicanos cuando lo necesitaron.
Y a nuestros políticos que permanezcan atentos a cómo Venezuela escribirá su historia, que recuerden que cuando el pueblo grita, el mundo escucha y ningún poder del hombre podrá silenciarlo.