Desde hace años Venezuela ha pasado a ser conocida por sus cifras negativas. El país suramericano está sumido en una severa crisis económica caracterizada por una inflación ascendente al 2,616 %, una caída del PIB en un 15% y una escasez de productos básicos que está llevando a la nación al borde de la crisis humanitaria. Al caos económico se suma la extrema confrontación política que, tras el triunfo de la oposición en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015, ha devenido en un permanente conflicto entre los distintos poderes públicos venezolanos, dígase, Poder Ejecutivo, Asamblea Nacional (Congreso), Tribunal Supremo de Justicia, Fiscalía General de la República y Defensoría del Pueblo. A esta lista se ha sumado la inconstitucional Asamblea Nacional Constituyente erigida por el oficialismo el 31 de julio de 2017.
A la hora de abordar la crisis sociopolítica venezolana es común ver como muchos analistas se enfocan más en las consecuencias que en las causas de la misma. Somos de la opinión de que, para poder comprender en su justa dimensión el actual contexto venezolano, es fundamental hacer un breve repaso histórico y preguntarnos ¿Qué era Venezuela antes de Chávez? ¿Era un país desarrollado?
En 1958 es derrocada la férrea dictadura del General Marcos Pérez Jiménez. Este hecho dio paso al más prolongado periodo de gobiernos civiles y democráticos en la historia de Venezuela. Desde 1959 a 1999 dos partidos políticos se alternaron en el ejercicio del mando en la nación caribeña: Acción Democrática (AD) y COPEI. Las sucesivas administraciones adecas y copeyanas interpretaron la democracia como el ejercicio periódico del voto, mas no como la consolidación de derechos sociales y económicos, política imprescindible en un país con tanta deuda social acumulada.
Hasta bien entrados los años setenta Venezuela fue el mayor exportador de petróleo del mundo, por encima de Arabia Saudita ¿Qué ganó Venezuela con esto? Para 1999, año en el que Chávez llega al poder, más del 40% de la población vivía en pobreza.
Como es de conocimiento, en diciembre de 1998 Chávez triunfa en las elecciones presidenciales, tomando posesión del cargo el 2 de febrero de 1999 al amparo de la misma Constitución contra la cual se había alzado el 4 de febrero de 1992, al encabezar una fallida intentona golpista contra el entonces presidente constitucional Carlos Andrés Pérez.
Como se puede inferir, el surgimiento político de Chávez y su posterior ascenso al poder fueron la consecuencia política de los desaciertos económicos y políticos escenificados en el país caribeño durante el periodo 1959-1999. Los problemas económicos que afectaban a la Venezuela de 1999 demandaban soluciones complejas, así como la diversificación del modelo de producción nacional, fundamentado única y exclusivamente en la producción y exportación de petróleo. Sin embargo, Chávez apostó por medidas mesiánicas y cortoplacistas, que solo fueron efectivas mientras su gobierno administró los miles de millones de dólares generados por la subida registrada en los precios del oro negro.
Las cuantiosas ganancias petroleras Chávez las invirtió en financiar la construcción de un sistema económico de tendencia socialista, desfasado, ruinoso y absurdo. Es por esto que entendemos que, si bien Nicolás Maduro tiene una cuota importante de responsabilidad en la crisis, la mayor parte de responsabilidad cae sobre el fenecido Hugo Chávez, pues fue quien administró los US$960,589 millones de dólares generados por la industria petrolera entre 1999 y 2013, usándolos en el financiamiento de un sistema socialista, que ya no existe ni en Europa del Este, ni en China, hasta Cuba ha emprendido rectificaciones en los últimos años.
En cuanto a las causas del actual quiebre político la incidencia de Chávez ha sido determinante. En 1999 Chávez impulsó una reforma constituyente para, según sus palabras, proveer a Venezuela una Constitución adecuada a los nuevos tiempos. El resultado de aquel proceso constituyente fue la aprobación de una Carta Magna hecha a imagen y semejanza del líder bolivariano. No se puede negar que la vigente Constitución de 1999 es muy rica e innovadora en su parte dogmática, dígase, aquella que regula los derechos fundamentales; pero en lo que respecta a la parte correspondiente a la regulación de los poderes públicos (parte orgánica) configura un sistema de poderes que gira en torno a la figura del Presidente, incentivando así el hiperpresidencialismo.
Cuando en una sociedad democrática muere el titular del Poder Ejecutivo, al instante se posesiona al sucesor y la nación sigue su curso normal, toda vez que el orden constitucional ha configurado un sistema de poderes basado en instituciones, no en personas. En Venezuela ha ocurrido todo lo contrario. El hiperpresidencialismo instaurado por Chávez trajo consigo que, tras su fallecimiento, el país se desestabilizara institucionalmente, ya que, como hemos señalado, erigió un ordenamiento constitucional que subordina todos los poderes a la figura del jefe de Estado.
La muerte de Chávez, la consecuente elección de Nicolás Maduro y la caída en los precios del crudo agregaron nuevos componentes al turbulento escenario sociopolítico venezolano.
El principal talón de Aquiles de Maduro ha sido su cuestionada legitimidad de origen por parte de la oposición. No olvidemos que Maduro venció a Henrique Capriles por la mínima ventaja del 1.49%, lo cual la oposición interpretó como la señal de un fraude electoral. De manera pues que desde 2013 la oposición y el Gobierno no se reconocen mutuamente, fragmentándose así más la agonizante cohesión social venezolana.
Más allá de la improvisación económica y las arbitrarias expropiaciones llevadas a cabo por el chavismo, la principal causa de la debacle económica venezolana la constituye la caída abrupta del petróleo, materia prima que representa el 93% de la entrada de dólares en Venezuela, divisa fundamental para un país que tiene que importar entre el 70% y 80% de lo que consume. Por vía de consecuencia, al caer los precios del petróleo, se desploma la entrada de dólares a Venezuela, disminuyéndose de este modo la capacidad de adquisición de productos básicos y, por ende, se genera la escasez de los mismos.
El sombrío panorama político y económico que vive Venezuela es el resultado de un largo proceso de deterioro de las instituciones democráticas y de la prolongación de un modelo económico monoproductor, centrado en la extracción y exportación de petróleo, con lo cual se condiciona la estabilidad económica del país al mantenimiento de los altos precios del crudo en el mercado internacional. En definitiva, las políticas cortoplacistas, personalistas y simplistas impulsadas por Chávez, y continuadas por Maduro, han generado que se saliera de control el manejo de problemas complejos que requerían soluciones complejas.