El día 5 de julio del 2020, utilizando un estricto protocolo sanitario que impedirá el contagio del COVID-19, se reunirán en los colegios electorales las asambleas de ciudadanos y ciudadanas, para cumplir con el irrenunciable deber de elegir al presidente y al vicepresidente de la República, así como a los legisladores y los representantes ante el Parlamento Centroamericano.
Se trata de la cita democrática más importante. La única en la que todos los ciudadanos son iguales, en razón de que cada uno significa un voto. En ella se materializará, de una manera directa, la voluntad general, que es considerada en El contrato social, del polímata Jean-Jacques Rousseau, como la voluntad de todos los ciudadanos que participan en el ejercicio del sufragio.
Consciente de que la intención de los electores, reflejada en la mayoría de las encuestas, es elegir en la primera vuelta al candidato presidencial del Partido Revolucionario Moderno (PRM), Luis Abinader, el gobierno del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que encabeza el presidente de la República, Danilo Medina, ha puesto en marcha un plan tendente a atemorizar a los electores, mediante la manipulación de los datos correspondientes a las personas contagiadas y a las fallecidas a causa del COVID-19.
La ciudadanía ha sido testigo, desde el inicio de la pandemia, de la divulgación, por parte del ministro de Salud Pública, Rafael Sánchez Cárdenas, de boletines elaborados con el claro propósito de infundirle temor a los electores, a fin de provocar una elevada abstención en las elecciones del 5 de julio.
Aterrorizar a los electores durante la campaña electoral y el día de las elecciones no es una práctica nueva en el país. Las elecciones del 16 de mayo de 1930, en las que fue elegido como presidente el dictador, Rafael Leónidas Trujillo Molina, es una muestra de ello. Tal y como señala Sandino Grullón, en su Historia Electoral Dominicana: “Las hordas de Trujillo provocaron el retiro de la Alianza Nacional Progresista, cuyos dirigentes en su mayoría, tuvieron que esconderse para no ser agredidos”. Esto condujo a que en esa farsa electoral, supuestamente, votaran 225,796 electores de 412,931 inscritos.
Más de tres décadas después ocurrió algo similar en las elecciones del primero de junio de 1966, en las cuales ni Juan Bosch, candidato del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), ni sus dirigentes, pudieron hacer campaña, debido a la intensa represión desatada en su contra durante la campaña electoral, lo que hizo posible la imposición del candidato del Partido Reformista, Joaquín Balaguer, como presidente de la República.
Lo mismo replicó Joaquín Balaguer y su partido durante su infame régimen de los 12 años, logrando el retiro del PRD de las elecciones de 1970 y 1974, respectivamente, hasta que el pueblo dominicano, a pesar de que las calles estaban cubiertas de sangre y las cárceles repletas de presos políticos, decidido y valiente, salió a votar, el 16 de mayo de 1978, y lo expulsó de una manera humillante del Palacio Nacional.
Igual que en el 1978, el 5 de julio habrá un cambio, y la abstención será inferior a la de las elecciones del 2016, porque como sentenció Confucio: “Se puede quitar a un general su ejército, pero no a un hombre su voluntad”.