El pasado 21 de agosto se cumplieron veinte años del colapso definitivo de la ex Unión Soviética e inmediatamente después la desintegración de los regímenes de todos los países que con ella integraba el llamado bloque socialista en Europa del Este. Con ese hecho, se dio inicio en esa región a una transición hacia un nuevo sistema económico-político jamás conocida en el pasado y con grandes peligro para su consolidación en el futuro.
En efecto, el colapso de esos regímenes basados en la propiedad estatal sobre todo el proceso de producción y distribución de bienes y servicios no fue producto de una revolución desde abajo para imponer otra forma de dominación política con nuevos sujetos políticos y económicos que reclaman para sí el dominio de la política y de la economía, como fueron otras transiciones en otros tiempos y países, sino de una élite que detentaba el control político de la propiedad de una estructura productiva de carácter social, que pasó a ser propietaria privada de esa estructura.
El surgimiento del capitalismo y de diversos regímenes cimentados en formas dictatoriales: como el fascismo, el nazismo o las dictaduras militares en diversas regiones del mundo, supusieron procesos de rupturas del régimen político, pero no una ruptura de la forma de propiedad, los propietarios de los medios de producción lo siguieron siendo, independientemente de la forma política. El cambio de sistema no implicó un cambio de régimen, por lo cual la ruptura no impidió la continuidad de este.
En el caso de los regímenes del socialismo soviético, la propiedad era de carácter estatal, no existían empresarios ni propietarios privados, por lo cual se ha creado un aberrante capitalismo sin capitalistas formados por la solera del tiempo, sino que una élite política que sólo de hecho era dueña de la producción, pasó a serlo y a justificarlo de derecho.
Varias razones explican esta inédita transición, una de ellas es que la institución más sólida de todas las experiencias socialista ha sido el Partido, una estructura de poder vertical y autoritario que sustituyó a la clase en nombre de la cual gobernaba y se constituyó en un poder separado y en contra de la sociedad y la segunda, el intento de reforma de la llamada Perestroika.
El despotismo del Partido fue la principal causa de la postración social y poca creatividad en la esfera productiva que determinaron el atraso del aparato productivo de los países del "socialismo real", con relación a Occidente. Con la Perestroika se intentó una reforma para superar esa circunstancia, sin claridad conceptual ni política, pero que ponía el peligro el sistema de privilegio de la élite gobernante, lo cual frenó el proceso de reformas e impuso su nueva forma de poder.
El nuevo régimen ha agravado las condiciones de vida de la gente, por lo cual actualmente el 58% lamenta la desintegración del antiguo régimen y 49% dice que el país va por mal camino, son cifras que van en aumento, pero la debilidad de las expresiones políticas impide que pueden canalizarlas positiva y orgánicamente desde una perspectiva de la recuperación de las incuestionables conquistas logradas durante la experiencia socialistas.
El nuevo régimen está anclado en la tradición despótica del pasado, con una amplia despolitización de las masas, sin mediaciones políticas y sociales efectivas, lo cual lo sume en una peligrosa parálisis que le impide dar solución satisfactoria a la deseos de democratización y de inclusión social y política de algunos sectores de la población, sobre todo en las zonas urbanas, en la intelectualidad y en sectores de libres profesionales.
A veinte años después del colapso de la Unión Soviética, esa parálisis se convierte en factor multiplicador de las penurias, acentúa el despotismo de una elite gobernante con significativas franjas ligadas a formas delictivas de enriquecimiento.
Una reflexión sobre estos hechos no deja de ser pertinente para quienes aún se reclaman de esa carga de pasión e ilusión que empujó a grandes grupos de individuos hacia la lucha por la construcción de un orden social basado en la igualdad, la libertad y la fraternidad. También para otras transiciones que aún están por venir……