Hace unos días, en una asamblea de productores agrícolas, me opuse tajantemente a una propuesta (motivada con extensas razones científicas), a propósito del potencial exportador de la Ipomoea batatas, nuestra noble batata. Alguien dijo que la variedad Canolia, la más común, presenta problemas degenerativos que la hacen muy susceptible al rechazo en otros países. Por eso, propuso desarrollar una nueva variedad que nos cubra de tal riesgo, que alguien sugirió denominar “Sonia”. Nobleza obliga: rechacé eso de inmediato, reitero, porque en Dajabón no se siembra batata, ni imagino una batata hablando en el Senado. (¿O sí).