Esta columna semanal ha servido a mis lectores pero sobre todo a mí misma. Me ha obligado a ser coherente con lo que digo y hago; a tener una mirada más compasiva, que me aleje de los juicios y prejuicios, me ha obligado a estudiar, investigar, leer, además a perfeccionar la redacción, pedir ayuda para corrección, entre otras. Pero pienso que el mayor aporte ha sido la necesidad que ha creado en mí de mirarme a mí misma antes que a los demás, por el carácter público de este ejercicio. A estar pendiente de lo que va pasando dentro de mí y dar respuesta primero a mis propias preguntas antes que a las de todas las demás personas.
El trabajo que hacemos los profesionales de la conducta es muy desgastante y en particular los que nos dedicamos al área clínica, sobre todo en temas de violencia intrafamiliar y contra la mujer. Es un trabajo en el que necesitamos estar muy pendientes del autocuidado para no andar por el mundo acompañando a otras personas y con la propia vida hecha pedazos.
En el tiempo en que he escrito para Acento, además de trabajar horas incontables han ocurrido cantidad de cosas en mi vida: he dejado proyectos profesionales e iniciado otros, he salido de relaciones, he perdido a papá el gran amor de nosotras las mujeres, las hijas han crecido, la mayor se ha ido a estudiar fuera, mi madre se ha enfermado, se han alterado algunas relaciones familiares, en fin, lo que pasa en las historias de todas las personas.
Y talvez lo más importante que ha pasado es el tiempo, tengo más años y el cansancio va ganado millas, el cuerpo duele, el metabolismo se pone más lento, el sueño se altera y todo esto me confronta a establecer prioridades y como no hay una mayor prioridad que una misma, he decidido optar por mí.
En mis artículos regularmente les hablo a las personas y hoy decidí hablarme a mí misma con la esperanza de que el mensaje les sirva sobre todo a las mujeres. En esta cultura nosotras somos educadas para dedicarnos a los demás, cuidarles, atenderles antes que a nosotras mismas. Ser la mejor madre y pareja puede significar muchas veces, renunciar a lo que queremos y soñamos. El éxito para las mujeres por lo regular está determinado por la cantidad de personas a las que ayudemos y con una profesión como la que tengo, esto es un gran factor de riesgo.
Por otro lado, algunas ventajas de la edad es que ya los propios aplausos sustituyen en importancia los aplausos de los demás; podemos detenernos para seguir caminando; ir más despacio o más ligera de equipaje para darle paso a una vida más simple, pero más satisfactoria. La madurez también da el permiso para decidir y elegir con más libertad bajo las propias condiciones y no las de los demás.
Desde hace casi 4 años he tenido el privilegio de encontrar un espacio en Acento para expresar mis ideas, el trato ha sido de respeto y consideración incalculables, pero es el momento de entregar este compromiso semanal y agradecer por el tiempo regalado para leerme.
Como la flexibilidad también es una buena cualidad de la madurez, talvez les sorprenda cualquier sábado de cualquier mes con un artículo de entrega especial.
Gracias del alma