"La crisis del imaginario occidental es un inmenso desafío y no lo cambiará una persona". E. Macron

Si eso se comprendiera por los "políticos" dominicanos en este país habría un debate consistente. Por el momento solo hay juegos de niños malcriados.

No voy a entrar en detalle sobre la propuesta de ese grupo de "intelectuales", de pontífices del pensamiento que aún no han caído en cuenta que la figura del intelectual es creación decimonónica y que surge en el imaginario pequeño burgués, es decir, aparece como acompañante del capitalismo salvaje de los años dramáticos de la opresión de clase.

Hoy, me pregunto, cuál es la base económica del intelectual como se conciben en el patio, se lo voy a decir: sobreviven robando tiempo a sus fuentes reales de mantenimiento. Yo no conozco a nadie en este país que viva desde el ejercicio de esa ¿profesión?

Tenemos que en nuestro país la industria cultural es muy limitada, y si no están de enterados de la realidad de la pobreza económica del intelectual dominicano, pregunten e informen lo que "cuesta"  tomando esta palabra en sus múltiples dimensiones, publicar un libro, no sólo en sentido monetario, sino en histrionismo adulatorio.

En la República Dominicana nadie vive o sobrevive del ejercicio intelectual.

Entonces son personas que están en las orillas de la composición social. Gente que no tiene influencia  real en la toma de decisiones en una sociedad hipercompleja como es hoy la dominicana.

Por otro lado, en el país existe una legalidad que condensa en la composición política del Estado y de la sociedad. Pedir el cese de un gobernante que trae su legitimidad del cumplimiento óptimo de los mecanismos establecidos por el régimen legal es puro bla, bla, bla, hablar sin sentido.

Al presidente que se desea eliminar se le pide y exige que renuncie, es decir, que de buena ganar acepte el capricho de unos cuantos opinadores profesionales que se expresan en diversos modos en medios de comunicación. Se pide a un gobernante legal y legítimo según el sistema legal nacional, que se suicide, es decir, que actúe contrariando más del sesenta por ciento de ciudadanos que lo seleccionó para realizar el trabajo que tiene, y esto se debe hacer porque un puñado de narcisistas creen tener la vocería del cielo, acentuada calidad ética para ser los árbitros políticos de la Nación. Señores, revísense pues perdieron completamente el sentido de realidad.

Pero en base a qué calidad pueden Uds, personajes diminutos y marginales de la sociedad, hablar en nombre de la mayoría de los dominicanos. ¿Qué porcentaje de votos o en base a qué consenso pueden hablar de despedir al que ejerce hoy el empleo de presidente?

Para separarlo de su trabajo según las reglas de juego establecidas en la constitución, se necesitaría que un tribunal lo haya condenado, cuál ha sido el delito, dónde está la prueba que lo incrimina. Si se presta atención a las reglas constitucionales, no se ha seguido ninguno de los procedimientos establecidos.

Es decir que cualquier atolondrado puede pedir que se rompa el orden legal del Estado y que se irrespete y no se tome en cuenta la voluntad popular expresada en votos, pero me pregunto por qué, con que derecho Ud atenta contra el orden constitucional desde ese mismo sistema. Al momento de expresar y trabajar para que ese rompimiento del orden legal Uds disfruta del mismo, pero solicita que se produzca un atentado contra el orden establecido por consenso nacional.

Deténganse a pensar concretamente lo que se dice y desde donde se dice y esa malacrianza es de niños menores a los tres años.

¡Por qué se "exige" realizar esa acción, pues, por nada, porque me da la gana!

Dios nos coja confesados si nuestra institucionalidad democrática se fundamentará en esa nada que ni siquiera es expresable en una proposición coherente, sino que es simplemente en un estado (subjetivo -y aquí utilizo un pleonasmo para mostrar el ridículo pedimento) -y me pregunto, ¿y estas personas son los pensantes del país? Pero será del país de Alicia, de la célebre Alicia de Lewis Carol.

Por otro lado, se pone de ejemplo y como presentación de un fundamento histórico se señala qué este disparate fue el peledé que lo comenzó, que este partido pidió lo mismo en los años ochentas. Es cierto, y con mucha base, pero en esa ocasión sobraba la referencia al partido político, simplemente habría que describir la realidad mencionando un nombre propio: fue Juan Bosch que lo pidió. Mas con solo mencionar su nombre sobra decir más de su cualidades de auténtico intelectual y un hombre ético en todo su ser.

Que ahora se quieran equiparar estos descerebraos de pacotilla con un auténtico recio brillante hombre de pensamiento político sustentado en la ética del ejemplo personal, no mueve a risa, sino a lástima. A gente así, quien la escucha con ello confiesa que no tiene facultad ni capacidad racional y no sabe lo que dice, o mejor dicho, lo que repite como cotorra en estaca.