La llamada “convención” del PRD, Miguel Vargas y su grupo ha terminado en otra tragedia, pero esta vez, más que una reiteración de la inveterada tendencia a la pendencia de  esa colectividad política, constituye una expresión de la peligrosa de degeneración del sistema político dominicano. Muchas de las acciones cometidas por el referido grupo para detener la voluntad y propósitos de Guido Gómez, tipifican como delincuenciales a las cuales debe dárseles una firme condena política y legal.

El recurso a acciones de ese tipo, para impedir la libre y normal participación del grupo de Guido Gómez, demostraron que la irresponsabilidad de la JCE, al abstenerse de enviar observadores a la "convención", como lo dictan los usos y costumbres de esa institución ante los procesos electorales intrapartidarios y los parcializados fallos del TSE a favor del grupo de Vargas, tenían como propósitos dejarle manos libres a este para que hiciese cuanto quisiera para que mantuviese el control de las siglas PRD.

Vargas y la alta dirección peledeísta, hubiesen querido una convención "normal" y seguir reduciendo el PRD a simple bisagra de los gobiernos del PLD, pero si las circunstancias lo requerían, no renunciaban al recurso de las más burdas y delincuenciales acciones para mantener el secuestro de la franquicia PRD y eso hicieron. Con esa estrategia el binomio Leonel/Danilo ganaba de todos modos, pues los hechos del domingo pasado constituyen otro golpe a la imagen del PRD y de todo cuanto se le parezca o pueda parecérsele.

Lo del domingo, fue una tragedia para la democracia dominicana; las imágenes de los  actos de violación a principios elementales de la convivencia democrática, los atropellos a la libre información de la prensa no sólo empañan la imagen de lo que fue, significó y aún significa el PRD para un importante segmento de la población dominicana, a pesar del secuestro en que se encuentran sus siglas y símbolos, sino que empañan la imagen del país a nivel internacional.

Vargas ha salido debilitado en extremo y de su grupo sólo sacan la cara para defender su “convención” el “vocero” de la misma, un tránsfuga balaguerista y uno que otro personaje de dudosa seriedad. Un sector de la prensa que una vez le fue indulgente hasta el apoyo, hoy tiene que admitir la ilegitimidad y real catadura de aquel y a sus padrinos les será más difícil justificar el dinero que la JCE le suministra cada mes a ese grupo para mantener a sus secuaces.

Esa circunstancia en gran medida ha sido fruto de determinación de Guido Gómez y su grupo de enfrentar a Vargas en su propia madriguera y obligarlo a exponer su debilidad y lado más oscuro. Esto permite preguntarse si ese episodio del domingo, que no es un desenlace definitivo de la crisis del PRD, en fin de cuentas no constituye también una derrota política para quienes optaron por la simple salida de ese partido al no encontrar una salida al problema Miguel Vargas.

Podría pensarse que un importante sector de dirigentes de base y medios del PRD hubiesen querido una batalla más decidida e inteligente contra el grupo de  Vargas que lo acorralase y con él al binomio Leonel/Danilo, demostrando en condiciones diferentes lo que se demostró el domingo: la extrema pequeñez y real catadura ética y política de la banda que dirige Vargas. Que era difícil, que era una pérdida de tiempo, es posible, pero en la política las batallas que no se dan, generalmente son batallas que se pierden.

El tiempo la responderá y situará en su justa dimensión lo ocurrido ese trágico día, no sólo para el PRD, sino para la sociedad dominicana. También dirá la última palabra sobre el impacto que tendrá ese día en el futuro inmediato de este país y sobre las nuevas y viejas agregaciones políticas del sistema.