La mujer es un ser humano con capacidades múltiples y excepcionales igual que los hombres. Ambos son seres importantes en los procesos de humanización y de desarrollo de la humanidad. Juegan un papel fundamental en la construcción de culturas y de propuestas que están transformando mentalidades y realidades culturales a nivel mundial. Además, las mujeres y los hombres realizan actualmente investigaciones que están orientando las ciencias y la vida de las personas por senderos de cambios y de innovaciones que les otorgan nuevas capacidades a los pueblos y a las instituciones. La historia mundial y local da cuenta del heroísmo mostrado por mujeres y por hombres para traducirlos en libertad, en independencia; y en más y mejor desarrollo. En este contexto, pensar sobre lo que significa ser mujer en la República Dominicana no descansa en una base cargada de amargura e insatisfacción. Tiene como soporte los grandes logros alcanzados por la mujer en el campo profesional, en el ámbito doméstico y en el mundo de las ciencias. Pero la calidad y diversidad de logros que puede presentar la mujer no niega que ser mujer en el mundo, y de modo particular en República Dominicana, es una tarea compleja. A la complejidad no hay que temerle, porque nos enseña a vivir entre la estabilidad, la contradicción y la incertidumbre. Pero para apropiarse de ella significativamente es necesario ser y sentirse sujeto situado; es necesario actuar como sujeto.
Si la mujer necesita asumirse como sujeto en una sociedad compleja, entonces tiene que tomar una posición más adulta y responsable ante ella misma y en los escenarios en los que interviene. Esta postura no es fácil en un medio en los que, para muchas mujeres, ni la experiencia familiar ni la educación recibida son variables favorecedoras de la madurez y de la consistencia requeridas para responder a la complejidad social y humana. Pero la dificultad no descarta que sea posible un avance mayor de las mujeres en la dirección que planteamos. Este es un reto vinculado a la superación del complejo de inferioridad que se le ha introyectado a la mujer en la familia y en la sociedad. Además, supone un trabajo arduo para vencer el raudal de obstáculos que encuentra en el camino cuando quiere ser ella misma; así como cuando demanda el reconocimiento de sus derechos y capacidades como un ser humano con dignidad y con valores propios. En República Dominicana, la condición de mujer hoy es un problema complejo por el alto número de hombres que ponen el acento en el valor de uso de la mujer y en el sentido de propiedad. La mujer, un objeto más para usarlo a mi antojo; la mujer, un artículo que incrementa el haber de mis pertenencias. Además de estas posturas, afronta la humillación de las cuotas en los partidos políticos y la diferencia de salarios aunque su calidad intelectual y productiva sea superior a la de los hombres. De igual modo, padece los efectos de la cultura de la servidumbre en las iglesias y en distintos espacios laborales en los que es considerada como menor y como la encarnación de la debilidad y de los sentimientos. Pero lo que importa es que la mujer, a pesar de todas las dificultades, tome conciencia de su capacidad para transformar las situaciones difíciles que la afectan. Ha de darse cuenta de las oportunidades que tiene para introducir cambios en sí misma y en sus entornos.
Una de las tareas pendientes de un amplio segmento de la mujer dominicana es superar la crisis de identidad que la abate, provocada en gran parte por la debilidad de su formación y por la influencia de medios de comunicación con un comportamiento misógino. Además, la ingenuidad de muchas mujeres las lleva a sentirse inseguras; las que, para sentirse seguras y aceptadas por el hombre, asumen actitudes y estilos que no responden a ellas mismas. Son mujeres que buscan aproximarse a prácticas que no responden a sus necesidades ni a sus intereses; tampoco tienen relación con sus convicciones propias.
En este contexto complejo, la mujer dominicana ha de avanzar en el conocimiento de sí misma y en una mejor gestión, tanto de su autoestima como de su proyecto personal. Este avance es necesario para que pueda aportar significativamente a los cambios que requieren las relaciones hombre-mujer en nuestro país, las que han de ser de reconocimiento mutuo y de transferencia de conocimientos. Asimismo, han de propiciar aprendizajes transformadores de la convivencia y de las concepciones para instituir una valoración recíproca que afirme a la mujer y al hombre como dos seres humanos con vocación-misión para humanizar la sociedad dominicana; con vocación-misión para liberar nuestro país de acciones y de políticas que acentúan la exclusión de la mujer. Importa el caminar conjunto de la mujer y del hombre. De esta forma de caminar deriva el respeto y la paz en la sociedad.