La sociedad dominicana desde sus orígenes ha tenido que enfrentar situaciones difíciles; ha tenido que vivir y resolver realidades críticas que la han puesto al borde del abismo. Estos procesos conflictivos y alteradores de la paz y de la convivencia la han dotado de una gran capacidad para buscar alternativas que la liberen de la parálisis y del lamento cotidiano. Nuestra sociedad en estos momentos está en una circunstancia singular; y la singularidad, en esta ocasión, no es alentadora. Es una singularidad vinculada al alto nivel de violencia que se exhibe en el interior de las familias, en las organizaciones, en espacios públicos y privados, en los partidos políticos, en círculos religiosos, en instituciones educativas y en personas.
Estamos hablando de un contexto en el que la paz se está volviendo escasa y cara; por lo cual se nota a distancia que a la sociedad dominicana le duele el alma. Es un dolor que requiere atención, que requiere tratamiento y, sobre todo, decisiones de políticas que le den un vuelco de 360 grados a la realidad actual. Pero esta es una sociedad que no se rinde ni se cansa. Es una sociedad que respira; una respiración que la oxigena y le comunica una fuerza inigualable para afrontar con gallardía los inconvenientes y los conflictos.
Una sociedad que respira, como la nuestra, activa su capacidad creadora para buscar alternativas de solución a las contrariedades. En este marco, lo que necesitamos es que los diferentes sectores sociales aporten creativamente estrategias, procesos y recursos que puedan contribuir con la solución de los problemas que gravitan en la sociedad y que tienen mayor impacto en su salud, en su seguridad, en su cohesión y, sobre todo, en su integridad ética.
Es el tiempo idóneo para fortalecer las alianzas estratégicas, para hacer el bien; es el tiempo ideal para poner en acción nuestro cerebro creador, para aportar luz, ideas y estrategias de cómo hacer para que la paz le gane la guerra a la violencia doméstica, a la violencia social, a la violencia personal y a la violencia estatal; a la violencia de los partidos políticos con silencios, impunidad y el enriquecimiento ilícito.
Sí, ninguna persona u organización responsable puede quedarse estática contemplando o denunciando superficialmente el problema. Llegó la hora de que, sin sustituir al Estado dominicano, nos pongamos a trabajar orgánicamente, en pos de una sociedad distinta. Esta distinción se debe expresar en el fortalecimiento de la humanización; y en la recuperación de la paz personal, institucional y social. Debe evidenciarse, también, en la calidad de su educación y en la calidez de sus relaciones; de igual modo, se debe notar en su deseo de superación y de transformación continua. Esta distinción ha de manifestarse en la madurez espiritual de cada ciudadano, de manera que el sentido trascendente de nuestras acciones no se sustituya por los valores y las lógicas del mercado.
En los tiempos actuales de nuestra sociedad, el trabajo unilateral no contribuye a la reconstrucción social, una reconstrucción necesaria y urgente, porque nuestra sociedad respira y esto es valioso e importante. Esta respiración se transparenta en múltiples hechos y situaciones:
– Se cuenta con instituciones de la sociedad civil que han rediseñado sus programas y proyectos de trabajo para contribuir al cambio de mentalidad, de comportamiento y de la gestión del presente y del futuro de la República Dominicana.
– Hay familias que cuidan y potencian los valores de sus hijos y familiares, creando redes de reflexión-oración-trabajo solidario en favor de la mejora de los sectores donde habitan y de otros con los que se relacionan.
– Hay centros educativos que están integrando el contexto en su trabajo de aula para que los estudiantes aprendan aterrizando las problemáticas de la vida cotidiana. Esto les aporta referentes para una contextualización permanente de su accionar y para que puedan aplicar sus conocimientos en la solución de las dificultades que encuentran en la vida diaria.
– Hay instituciones de educación superior en el país que tienen programas académicos y de extensión orientados a fortalecer la paz y la unidad de todos los dominicanos. De estas instituciones, existen las que en alianza con otras, buscan nuevos senderos, para que la juventud dominicana ponga sus talentos y sus motivaciones al servicio de una sociedad cada vez más necesitada.
– Se está creando un movimiento ético que constituye una esperanza para avanzar hacia la transparencia y la superación de la oscuridad existente en el país.
– Se produce una concertación de esfuerzos entre instituciones públicas para impulsar proyectos y programas conjuntos a favor de personas y sectores frágiles del país.
– Algunos medios de comunicación promueven en sus lectores el desarrollo del pensamiento crítico y el compromiso socioeducativo.
-Existe en las cámaras legislativas una minoría de diputados y senadores que asumen su función con sentido ético.
– Existen organizaciones que les dan seguimiento reflexivo y crítico a las políticas sociales vigentes en República Dominicana.
– Contamos con líderes comunitarios y campesinos que trabajan de forma sostenida por la calidad de vida de sus comunidades.
Como puede notarse, a pesar del dolor que tiene el alma de nuestra sociedad, su respiración continúa activa, con posibilidad de movilizar a personas, grupos e instituciones. Es una respiración que requiere de los ciudadanos atención permanente para identificar las necesidades de cambio y una firme responsabilidad con la búsqueda de soluciones a los problemas. Esta postura constituye un apoyo significativo a la tarea de liberar nuestra sociedad del dolor que la afecta; supone una interpelación fuerte a todos aquellos que construyen la cultura del gemido sin hacer nada con significado para cualificar el tejido social y, sobre todo, sin un encargo concreto que los lleve a pensar, a proponer y a actuar en favor de los más vulnerables.
Asimismo, es tiempo de darle lo mejor a nuestro país; es tiempo de pensarlo con afecto y, sobre todo, es tiempo de cualificar nuestro sentido de pertenencia al mismo.