El avasallante triunfo de Luis Abinader en las elecciones internas del PRM, que lo consagran como el candidato presidencial de esa agrupación para las elecciones del 2016, envía una fuerte señal de alerta para el Partido de la Liberación Dominicana.
En primer término, hay que destacar que a despecho de los fallos de logística que se hicieron patentes en distintos puntos del país donde la votación tuvo que iniciarse con varias horas de retraso por la demora en recibir la documentación correspondiente, muchos de los que acudieron a sufragar soportaron estoicamente la dilatada espera, evidencia de una firme decisión de hacer patente su militancia partidaria.
A diferencia de lo que ha sido la historia convencional del PRD, de cuyo vientre surgió el PRM, el proceso se celebró en completo orden, sin ningún incidente que lamentar. Sepultado en el pasado, quedó el amargo recuerdo de los tristes episodios del Dominican Concorde; el granadazo de la Junta Central Electoral y el mas reciente desorden que tuvo lugar en el local del PRD y sus alrededores un tiempo atrás, cuando todavía no se había oficializado el desprendimiento de quienes fueron a integrar la nueva agrupación.
Para que no hubiese dudas de la disposición de dar fiel cumplimiento al compromiso previo de acoger los resultados sin cuestionamiento, no demoró Hipólito Mejía en pasar a felicitar personalmente a Abinader al tiempo de hacer un llamado a unir fuerzas en torno a su candidatura, declarándose soldado de su causa. El gesto, que lo enaltece, establece contraste con la situación que paradójicamente ofrece al presente el PLD, el partido que por excelencia siempre se tomó como modelo de unidad y disciplina, donde las discrepancias y los trapos sucios, si existían, se solucionaban y lavaban a lo interno, sin que, como ocurre ahora, quedaran al desnudo ante el público.
Abinader, por otro lado, representa una opción de liderazgo fresco para la oposición, tanto como en el escenario político. Al carecer de pasado en este campo, salvo el expediente casi anodino de haber sido compañero de fórmula de Hipólito Mejía en su fracasada intentona reeleccionista del 2004 y más aún, sin haber pasado por algún cargo público ni haber visto su nombre vinculado en el campo de los negocios a actividades cuestionables o de naturaleza espuria, presenta una escasa tasa de rechazo al tiempo que ofrece un espacio muy angosto a la crítica de sus contendores.
Con todos estos factores a su favor, Abinader luce bien posicionado para encabezar una plancha donde pudieran converger las distintas fuerzas de oposición, en capacidad de retar la continuidad del gobierno peledeista más allá del 2016.
Cierto que en las encuestas que se han divulgado hasta ahora, el PLD figura todavía con buena ventaja, como el partido de mayor preferencia; Danilo Medina, sigue cosechando cifras sin precedentes en la simpatía ciudadana y el propio Leonel Fernández, a despecho de la feroz campaña de empañadura a que se ha visto sometido, continúa mostrando nada desdeñables números que lo mantienen como un candidato de gran fuerza.
Pero hay un viejo, sabio y conocido refrán que postula “camarón que se duerme…”
El exceso de confianza siempre resulta en extremo riesgoso, sobre todo en política donde situaciones cambiantes pueden obedecer a los más inesperados factores y el menor descuido tener consecuencias fatales. El PLD por consiguiente, no puede permitirse el lujo de dormirse en los laureles. Ahora mismo, es todavía el único partido que no ha podido definir su candidatura presidencial y lo que resulta más preocupante, tampoco recomponer la imagen de unidad y voluntad compacta de mantener el poder que siempre lo diferenció de las demás agrupaciones. Esto, aparte de que en lo adelante, el partido que preside Leonel y el gobierno que encabeza Danilo, tendrán que prepararse para enfrentar una estrategia sostenida de crítica y oposición, que hasta ahora estuvo casi concentrada en tratar de destruir la imagen del primero.
Las señales de peligro están ahí y son mucho más fáciles de percibir que las de humo que usaban las tribus indias, pobladoras originales de los Estados Unidos, antes de ser sometidas y recluidas en las reservaciones. Resultan tan palpables que deben motivar a la dirigencia peledeista a reflexionar y tratar de resolver sus diferencias internas antes de que le resulte demasiado tarde y quede a riesgo de ver tronchada la continuidad de la “fábrica de presidentes”. Depende más que nada de la buena disposición de enterrar cualquier agravio por parte de Danilo y Leonel, los dos dioses alrededor de los cuales giran las demás deidades del Olimpo peledeista. Y para lograrlo no tendrán que hacer lo que nunca se ha hecho, sino simplemente hacer lo que antes hicieron siempre con tan buenos resultados.