En el pasado proceso electoral se presentó un inusitado fenómeno de la religiosidad popular que llamó la atención de la prensa, la clase política, el sector médico y se convirtió en viral en las redes, hablamos del peregrino de Villa Altagracia, quien iniciara peregrinación para profesar al virus, como un castigo divino y considerarse y autodefinirse enviado para informar que todo pasaría con respecto a la pandemia y que en su momento declinaría como pandemia porque el Divino Creador no haría más el castigo a la sociedad dominicana, en una especie de profecía en su último lugar de visita y masivo recibimiento en Puerto Plata, y luego de recorrer otras ciudades, el peregrino….anunció que ese lunes, después de su visita dominguera de Puerto Plata, la pandemia bajaría y terminaría sin mayores daños.
El revuelo vino porque al ser período de recogimiento por decisión estatal, su presencia rompía los protocolos anunciados por el gobierno de recogimiento, cuarentena y toque de queda para evitar el contagio, no obstante, este señor gozó de la protección de autoridades durante su recorrido, e incluso el recibimiento de personalidades e instituciones como algunos representantes de la iglesia católica, complicando el hecho con el momento político electoral que vivíamos.
Se acusó incluso al peregrino de ser parte de un montaje instrumentalizado desde el poder para favorecer con el mismo, la estrategia política del gobierno, lloviendo todo tipo de acusación en contra de aquel pobre personaje.
Lo cierto es que al peregrino la experiencia le salió mal, empequeñeció las dotes místicas, desfiguró su labor de autoflagelación y terminó encerrándose en un exilio social y una disminución de sus cualidades de enviado o peregrino
En ese momento ponderé el hecho y opiné de sus dimensiones y el personaje. También dije que habría que enjuiciar lo acontecido luego del fervor electoral a ver qué pasó con la profecía, dónde iría a parar el peregrino y los efectos políticos y sanitarios de tan destemplado acontecimiento.
Los hechos muestran que el personaje varios meses después no tiene protagonismo alguno en el escenario nacional, es absolutamente omitido por la prensa nacional que lo usó como morbo electoral, no tiene un movimiento a su derredor que lo haya convertido en un líder del imaginario sagrado popular y tampoco impactó en los resultados electorales, si fue parte de una trama.
Lo cierto es que su dimensión sagrada, que ha sido la que siempre me interesó, dado el hecho de que estas coyunturas se prestan al surgimiento de movimientos y liderazgos mesiánicos de cierta envergadura al estar enclavado en un momento de incertidumbre que en nuestro caso estaba marcada por la pandemia, las elecciones y el posible cambio y de sustitución de un modelo político de más de 20 años de dominio, que no deja de ser preocupante en mucha gente.
No obstante, los hechos sucedieron, aún es reciente una fase de terminación del panorama que dio vigencia al peregrino como primera plana, aunque seguimos muy afectados por la pandemia, pues los resultados electorales, ya son conocidos. Este hecho de que la pandemia ha seguido y fuerte y que en vez de bajar la línea de infectados y de muertes, ésta ha aumentado luego de sus visitas, en nada se corresponde con la principal profecía del peregrino y por tanto, se derrumbó su principal fundamentación de demostrabilidad que podría haberlo convertido en un referente del mundo sagrado popular, y de la población en sentido general.
Las profecías, que sus anunciaciones de hechos a suceder sólo adquieren vigencia en el tiempo y no necesariamente cuando son anunciadas, en este caso, no se cumplieron y afecta la confianza mística de aquellos que pudieron tenerla como fe y esperanza de salvación, o sencillamente de aceptación de un poder divino encarnado en ese personaje conocido como el peregrino de Villa Altagracia.
Tampoco se ha producido en él una convicción de fe traducida en la creación de un movimiento mesiánico o de religiosidad popular de cierta importancia que lo transforme en líder de un grupo de seguidores, no posee una litúrgica básica de su práctica alrededor de la cual aglutinar seguidores, y se ha desaparecido del escenario nacional esfumado como un destello, razones que no conocemos, pero que hacen del evento que fue noticia en su momento, un extraño acontecimiento y atípico en su manera de representación.
Si bien al final de la jornada el peregrino fue interceptado por las autoridades y obligado a reclutarse, parece que es parte de un intento fallido de instrumentalización de una persona de poca trascendencia social que pudo haber sido parte de una estratagema de desviación y que simplemente no se logró el propósito inicial revirtiéndose parte de sus efectos y obligando a los cómplices, a guardarlo y desde ese momento no se sabe nada de aquel personaje que ocupó la primera plana de la prensa nacional en un tiempo de campaña, elecciones y pandemia.
Todo lo anterior ratifica una primera idea que hicimos en el sentido de que este personaje, por lo poco convencional de su aparición y rápido crecimiento en la opinión pública nacional, más que cumpliendo una profecía divina, fue víctima de una coyuntura y de un momento político, en que consciente o inconscientemente fue instrumentalizado por el poder y agitado por las circunstancias políticas que, en medio de una pandemia de la magnitud del covi-19, trajo para algunos, esperanzas, para otros incredulidad y en algunos, instrumentalización política.
Lo cierto es que al peregrino la experiencia le salió mal, empequeñeció las dotes místicas, desfiguró su labor de autoflagelación y terminó encerrándose en un exilio social y una disminución de sus cualidades de enviado o peregrino, y hoy de él no sabemos nada, como si fuera o se convirtiera en una más de las historias contadas de nuestro imaginario sagrado popular.