Warren Buffet en Estados Unidos y la señora Bethencourt en Francia, ambos millonarios, han coincidido en reclamar de los gobiernos que a gente como ellos no debieran bajarle los impuestos, sino aumentarlos. Pocos días después, otros millonarios en Alemania y varias países emitieron declaraciones similares y todos sin excepción han criticado abiertamente la conducta de los políticos calificándola de inexplicable y censurable. Incluso se han reportado reuniones y asociaciones entre millonarios para impulsar el tema: creemos que debemos pagar más impuestos han dicho y reiterado.
Ahora veamos algunas curiosas observaciones que no recuerdo haber visto publicadas ni comentadas.
Quienes han asumido el reclamo de pagar más impuestos no son millonarios improvisados, ni ejecutivos modernos ni exitosos depredadores del jet set. Parecería que se trata de millonarios enclavados en familias antiguas y rancias fortunas. Gente que parece haber vivido lo suficiente como para darse cuenta que las cosas no están bien y que excluir y privilegiar fiscalmente a los más ricos podrá obrar en beneficio del corto plazo de los depredadores pero no en el de personas y familias con mucha tradición, cultura y experiencia acumulada.
La obscenidad de las desigualdades derivadas de la concentración de la riqueza en menos manos conduce a un entorno social ingobernable y plagado de violencia donde todos están en peligro.
¿Por qué decidieron los políticos rebajar los impuestos a los más ricos?
¿Por qué reclaman unos millonarios que deben pagar más impuestos?
Los políticos han obrado según la falacia de que, al pagar menos impuestos los ricos invierten más. Los millonarios a la antigua desmienten la falacia en carne propia y dejan dicho que con estupideces semejantes solamente conseguirán poner a todos en peligro mayor del que ya están.
Se dirá que los políticos son serviles y abyectos ante las grandes fortunas o resultan francamente imbéciles. Creo más bien que, sin dejar de ser imbéciles, se manejan como cómplices de las grandes fortunas, pero no de las rancias y tradicionales sino de las nuevas y corporativas. Y hay una grande diferencia entre unas y otras.
¿Cuál?
Los viejos ricos, millonarios o no, han vivido lo suficiente y fueron criados en un entorno de tradiciones, guerras y conflictos donde algo aprendieron de historia. Los nuevos ricos corporativos siempre han despreciado la historia. Nunca han echado una mirada atrás ni tienen tradición de nada.
Como instrumentos de estos nuevos ricos los políticos resultan tan imbéciles y canallas como ellos. Los viejos millonarios en cambio albergan la legítima preocupación de que, a causa de estas inconductas y la irracionalidad y absurdo resultantes, el presente orden se venga abajo.