El chavismo que ha hundido a Venezuela tiene un record de locuras y extravagancias difícil de superar. En el 2010, Hugo Chávez propuso un nuevo organismo regional para reemplazar a la OEA. La entidad excluiría a Estados Unidos y Canadá y por su misma naturaleza se convertiría en un foro de confrontación con esos dos países.

El tema fue discutido en la conferencia cumbre del Grupo de Río celebrada a finales de febrero de ese año en Cancún, México. La propuesta recibió en principio el apoyo de varios gobiernos, como el de Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Paraguay, muy afines a Chávez, pero nunca estuvo del todo claro cuál fue  la posición del gobierno dominicano cuando se discutió fuera del temario de una reunión convocada para coordinar la ayuda masiva latinoamericana a Haití y a las víctimas del terremoto que lo destruyó en enero de ese año.

Chávez pretendía que un nuevo organismo regional sin los dos grandes países del norte fuera un foro paralelo para neutralizar la influencia estadounidense en la discusión y tratamiento de los problemas hemisféricos. Pero de hecho constituiría la eliminación de la OEA, porque carecería de sentido su existencia a partir del nacimiento de esa nueva criatura, y su evidente propósito no sería otro que aislar a Estados Unidos, y en menor medida a Canadá, de los temas continentales relacionados con Latinoamérica.

La formación de este organismo planteaba muchos interrogantes, algunos de simple logística, como dónde funcionaría su sede y quién la financiaría. Para el gobierno de nacional el tema era más problemático de lo que parecía, pues su apoyo a tal iniciativa lo alejaría de Estados Unidos, su socio principal estratégico, y no Chávez como muchos erróneamente creían por el financiamiento de entonces de Petrocaribe. Pero la idea, producto de un líder irracional, corrió la suerte que merecía.