Mi mamá siempre ha dicho que soy una privilegiada de la vida. Nací en tiempos de democracia en pleno gobierno del presidente Don Antonio Guzmán. A diferencia de mis hermanos, que vivieron la época dura de los doce años de Balaguer.
Yo no sé de dictaduras, mis recuerdos de niñez apenas se remiten a la represión que sufrió mi papá en los años de Jorge Blanco. De dictadura y de persecución política, aunque no la he vivido, tengo el testimonio de primera mano de mis viejos, que la sufrieron en carne viva, y la de los amigos, que la vida ha convertido en familia.
Si de algo sé, es de democracia. A mi generación y a mí, nos ha tocado vivir en pleno ejercicio de nuestros derechos y con la libertad de expresión en su máximo esplendor.
Escribo en mi columna desde el 1998. Ejerzo el periodismo y trabajo comunicación desde el año 2001; y a la fecha, nadie ha podido condicionar mis ideales, mis convicciones y muchísimo menos mis intereses, los propios, los que todo ser humano tiene y defiende.
En República Dominicana todo quien puede pagar data en un celular inteligente o accede a un punto de internet, tiene la libertad de opinar, de aportar y muchas veces hasta destilar veneno sin filtro alguno. Twitter, por ejemplo, ha dado la oportunidad a todos de convertirnos en reporteros; de enfrentar gobiernos y de hacer oposición; de defender puntos de vista; o criticar iniciativas con las que no vamos.
Aquí las protestas llegan hasta el Palacio Nacional. La México con Delgado se convierte muchísimas veces en escenario de democracia en el que mucha gente, con pancarta en manos, se siente en la libertad de expresar su postura y exigir sus derechos.
No existe un preso político y la clandestinidad murió hace muchos años. Gozamos de libertad política.
El derecho a protesta es algo que aquí, en República Dominicana, no se le niega a nadie. Y un derecho que nos asiste a todos en nombre de la democracia y el buen desempeño del sistema político. Y que bueno que es así. Porque la política, como la vida, es cíclica. Especialmente aquí.
Por eso, cuando leo gente hablando de dictadura, inevitablemente pienso en mi papá, en sus compañeros de lucha y los muchachos jóvenes que murieron abrazando una causa en nombre de la libertad de un pueblo, que ahora a todas luces disfrutamos. Todo, muy lejos y muy divorciado de la realidad política de estos años.
Le compro su derecho a hacer oposición, de no estar de acuerdo con un gobierno, su deseo de hacer política, de ir en contra, de opinar, pero me parece una exageración hablar de dictadura en estos tiempos.
Ahora, una cosa es protestar y otra muy distinta es andar como chivo sin ley en nombre de hacer oposición. Eso no se ve ni aquí ni en ningún lado. El desorden con orden.
Que la pasión no nos nuble la razón. Y eso aplica para todos los bandos.