Parecería que lo que vemos y asistimos es la construcción de toda una sátira en el epicentro de la maledicencia. El espacio de intereses lo desborda, los límites no encuentran sentido; es el guion perfilado del autoritarismo sin la más mínima magia de la inteligencia. ¡Una autocracia burda, grotesca, donde solo importan los resultados. El salvajismo pragmático, cobró su tiempo, sus ensayos. Se cierra el telón y el segundo drama es la exhibición sin perplejos y con espantos de la obra real del desnudo sin encantos. El autoritarismo que da la perpetuación del poder y con ello, la exacerbación del personalismo. Lo formal de la democracia comienza a desaparecer como antesala de su muerte.

Es la cultura política caracterizada por la medianía y la flagelación. Los actores políticos en el poder no cristalizan nada que bosqueje un hálito de decencia y de inteligencia consecuente. Es el granel de una arena desfigurada por el tiempo, dominado en el aquí y en el ahora, sin cuerpo doctrinario ni de ideas.

La Ley de Partidos políticos (33-18) después de 16 años en el Congreso salió con una imperfección que niega todo rigor que se espera de profesionales. La mediocridad de ella sobresale, dando lugar a que 11 artículos sean inconstitucionales. La Ley del Régimen Electoral que debió aprobarse a más tardar en el 2011 para validar las elecciones del 2012, bajo el amparo de una normativa orgánica que fuera el sombrero de la Constitución de enero del 2010.

Los actores y autores, reunidos en Comisiones, fueron los mismos que las diseñaron las dos. Encontrándonos con contradicciones entre ambas a solo 6 meses de diferencia de sus aprobaciones. ¡Es el enanismo espiritual de la decencia que brota en cúmulo hexágono de la deficiencia, de sus limitaciones y al mismo tiempo de su hegemonía que corroe la soberbia y la arrogancia del poder. Margarite Yourcenar nos decía que había que “hacer de cada espacio donde se esté, un lugar limpio, aireado, claro, un oasis para uno mismo y para los otros”.

La ordinariedad se exhibe con entera bobaliconia, mentecata, cuando el Procurador empinó toda su vileza y miseria humana contra doña Miriam Concepción Germán Brito. Toda la farsa construida fue vapuleada con la realidad, con la verdad. La conspiración contra ella, era el rebote y el resorte del miedo y el resentimiento, incubado en los que están en el poder. La “renovación, el borrón y cuentas nuevas”, cuando era evaluación del desempeño, que es individual, a cada juez, no a la Suprema, era la constelación del engaño, de la simulación, de la mentira, de la manipulación, desinformación y la falsía, incorporados todas juntas en el parásito de la blasfemia, de lo infundioso.

Nos dice ese reconocido intelectual chileno Daniel Zovatto que el rebote de los diputados, a favor de los senadores (arrastre) es una aberración jurídica. El Articulo 92, numeral 5 de la Ley 15-19 es claramente taxativa. Más adelante, los numerales 6, 7,8 y 9 nos alumbran para decirnos los 4 niveles en que el elector puede votar. La Constitución en su Artículo 208 nos dice que el sufragio es personal, libre, secreto y directo. ALGO TAN CLARO TIENE QUE SER DISCUTIDO EN EL ÓRGANO ELECTORAL, donde 17 partidos no están con el REBOTE y solo uno y sus 4 apéndices están de acuerdo.

La flagelación y la medianía alcanzan su clímax con la rueda de prensa de los diputados del PRD que tuvo como vocera a Alba Lucia, planteando la posible interpelación de los 3 jueces del Tribunal Superior Electoral que asumieron su rol institucional como dimensión tricolor. La bandera roja del desconcierto y el autoritarismo la llevaría el Secretario General del PLD y Presidente del Senado, quien frente a la Sentencia “Pidió a los miembros de la Cámara de Diputados abrir una investigación para determinar si hubo alguna violación del orden jurídico, puesto que el Tribunal Electoral falló sobre una Sentencia del Tribunal Constitucional cuyos veredictos son irrevocables”.

¡Cuánta intolerancia, cuanta falta a la verdad! Como es que un abogado desconozca el Articulo 214 de la Constitución que establece “El Tribunal Superior Electoral es el Órgano competente para juzgar y decidir con carácter definitivo sobre los asuntos contencioso electorales y estatuir sobre los diferendos que surjan a lo interno de los partidos, agrupaciones y movimientos políticos o entre estos”. Lo grotesco, extravagante y caricaturesco fue despojar al Presidente del Tribunal de su escolta, en plena vía pública, como una manera de meter miedo, de amedrentar a un ser humano que está cumpliendo con el rol que le consagra la Constitución y las leyes.

La anomia institucional, que es la antesala de la muerte de la democracia, nos conjuga socialmente, un verdadero pánico moral, que no es otra cosa, como nos dicen Anthony Giddens y Philips Sutton “Reacción societal exagerada frente a un determinado grupo un tipo de comportamiento, que se entiende como síntoma de un malestar social y moral más general”. ¡Es la locura del poder!

Como locura es querer modificar la Constitución para prolongar en el poder a un Presidente que ha devaluado sus palabras decenas de veces, hasta jurar por Dios en público, en los medios. La ambición, la vanidad, están convirtiendo a esos actores en los meandros del poder. La cima del poder tiene sus límites y no podrían conservar su lugar bajo el sol por sus acciones que denigran y degradan sus paroxismos y las leyes.

Las flaquezas y el miedo ondean como muestra del poder que pretenden exhibir cada semana, violando la Ley 33-18 y la del Régimen Electoral, 15-19, regurgitando el poder transitorio de la microhistoria ¡Es la gran abdicación y subversión a la democracia! Es el camino seguro del desmantelamiento de nuestra democracia famélica. Es el retroceso democrático que nos enrostran todos los estudios realizados en los últimos 7 años. ¡La autocracia camina. Ya no hay espejos de la ambigüedad. Es la medianía y la flagelación que abiertamente tocan las puertas!

¡Nos encontramos en estos siete últimos años en una verdadera recesión institucional, democrática. Es una continua, sistemática y epidémica infracción de las normas que nos desafían como sociedad!