Como muchos, la noche del pasado domingo 26 de abril, me interesé en conocer los resultados de la convención para elegir el candidato presidencial del Partido Revolucionario Moderno (PRM). Escuché la radio, las opiniones de comentaristas y radio escuchas, hasta la media noche. Llovían las felicitaciones al equipo que realizó la agotadora jornada de comunicación de la emisora Z101.3. Esperé el primer boletín, que no llegaba, y me dormí deseando que todo saliera bien, en un contexto político viciado por el autoritarismo y mezquindades.

En la mañana, se anunció que había ganado el economista Luis Abinader, y que la jornada se había realizado sin conflictos – no obstante los problemas logísticos. Muchos se quedaron sin votar, y otros hasta temieron hacerlo para no perder sus puestos de trabajos. El evento terminó sin traumas, en un ambiente de calma y respecto que permitió decir que se trató de una "fiesta de la democracia", donde todos aquellos perredeístas tradicionales y militantes de nuevo cuño, agrupados en el PRM, dan a este (nuevo) partido un enfoque esperanzador del quehacer político nacional.

Hacia tiempo que no teníamos nada como eso. Parecía existir la voluntad de todos los que participaron, organizadores y votantes, en querer hacerlo bien, dejando claro la necesidad de cambio y renovación de un liderazgo que debe ser asumido con honestidad, compromiso y humildad.

El evento trae muchas lecturas y grandes logros para aquellos que vieron con lagrimas en los ojos, meses atrás, como Miguel Vargas Maldonado se quedaba con la franquicia PRD. Esto acabó definitivamente con la emblemática organización que, más que un partido, representaba una forma de participar en política, un sentimiento histórico, trasmitido de generación en generación – haciendo que las nuevas generaciones se vincularan a esta militancia histórica, agotada por la frustración.

Entre los logros que caben destacar esta la puesta en evidencia que Miguel parece haberse quedado solo, con una minoritaria política, que ha agotado su rol en la escasa democracia criolla, y es más afecta a realizar negocios que a defender los intereses del pueblo.

Otro logro seria que esta convención no responde al estigma histórico que acompaña los actos políticos del PRD y su militancia (PRM es PRD escindido), calificada de irrespectuosa, indisciplinada, y bochinchera. El PRM se creció como grupo político "civilizado", defraudando aquellos que apostaron al fracaso de la actividad.

Los resultados de la elección (Abinader: 70.24% con 221,306 votos, y Mejía: 28.61% 90,130 votos) colocan a Hipólito Mejía en el lugar que el mismo debió colocarse antes de la convención: el lugar de líder que ha cumplido con su labor, y deja el espacio a las nuevas generaciones. Su aptitud desprendida y de rara elegancia, al aceptar y felicitar al ganador, lo colocan en la historia como un demócrata capaz de pensar en los intereses colectivos, tras haber sido mal o bien interpretado, con ó sin razón, en el transcurso de su carrera.

Siendo, claro está, lo más importante de este evento, la elección de Luis Abinader: lo que trae frescura y prestancia al escenario político dominicano, generando espacios de optimismo en la población socavada por un estilo de hacer política basado en la mentira, clientelismo, mesianismo, manipulación y atropello a los votantes. Esto lleva a pensar que de aquí, tal vez, podría salir algo como una opción política decente, capaz de aglutinar lo mejor de la oposición para el 2016.