“Estimado amigo: Me da mucho gusto saludarte. Ojalá que te encuentres bien en tu nueva vida. Lamento que hayas abandonado nuestro país para seguir batallando en un lugar extraño, pero sé que no fue una decisión fácil. Por favor, envíame con alguien un par de galones de agua, que eso aquí está más escaso que una muela de gallina. Eso es lo único que te pido”. (Carta a escribirse desde aquí después de que se sequen los últimos ríos que hoy nos quedan. Todo porque, en su momento, no hubo quien protegiera sus cuencas, ni quien ahorrara el agua, ni autoridad que impusiera la racionalidad en su consumo).