Hace tres años y medio que escuché por primera vez a Fafa Taveras hablarme de la importancia de una base de apoyo en la vida. Lo entrevistaba para mi segundo libro. La primera entrevista que realicé para empezar a armar un segundo libro, totalmente distinto a “Soltera en tiempos modernos” y que sin saberlo, me tomaría tanto tiempo seguir orquestando.
Fafa me contaba sobre su base de apoyo, me la describió y le puso hasta nombre a la suya. De acuerdo con Fafa, de no haber sido por aquellas personas, no sabría su destino o si ciertamente hubiese sobrevivido como revolucionario y político de izquierda. Su base de apoyo fue con la que logró abrirse camino, no sólo él, también su familia. En términos económicos, morales y de ideales.
Hoy, tres años y pico después, recuerdo con gratitud aquel aporte de Fafa. Y lo valoro más que nunca, porque tengo conciencia de ello, lo aprecio y lo distingo con cariño.
Uno debe hacerse de esa base de apoyo. Reconocerla, alimentarla, escucharla, valorarla y apreciarla más que cualquier cosa. Porque esa es la gente que puede responder por uno, que rinde cuentas de uno y a la que uno sabe que puede acudir y no habrá reparos ni condiciones. Sobre todo, porque uno debe aprender a reconocer el momento perfecto cuando acudir a ellos o convocarlos; especialmente cuando se enfrenta a grandes decisiones y también cuando falla el ánimo y la fé. A veces hasta cuando falla el amor propio. Porque falla, sí que falla.
Fafa en la entrevista me explicaba cómo aquella base de apoyo en momentos de grandes crisis había sido determinante y cómo contar con esa gente había cambiado las cosas para convertirlo a veces, en un gran privilegiado, distinto a tantos otros que no contaban con nadie. Supongo que Fafa fue capaz de reconocer esa dicha tanto tiempo después que la situación política y social que vivió y de la que fue gestor y protagonista, se lo permitió.
A diferencia de Fafa, yo he logrado reconocer la mía bajo el privilegio y la dicha de la tranquilidad que ofrece una vida plena, dentro de las precariedades normales, sin lujos, pero sin el azote que él y tantos revolucionarios sufrieron bajo el clandestinaje y la política de izquierda; pero compartiendo el mismo sentimiento de gratitud y conciencia de que sin esa base de apoyo, yo sería nada. Tengo la suerte de tener en mi base de apoyo todo lo que necesito para reforzar mi fe, mi amor propio y a veces hasta la cordura cuando se espanta.
Tengo a mi familia con un apoyo que no conoce límite de entrega, horarios ni condiciones. Y del que hago alardes como el mayor y más valioso tesoro con el que cuento. Con quienes comparto una debilidad mutua que me infla el corazón, tanto de amor como de orgullo.
Amigas, que con su ejemplo de vida me enseñan lo correcto, lo que está bien y los frutos que rinde la vida cuando las cosas se hacen como deben hacerse. Otras, que con su inteligencia y su ánimo tan despierto me regalan el extra de motivación para seguir creciendo, superándome y aprendiendo.
Una amiga que ante la posibilidad de yo quedar sin empleo me dice “ya estaba ajustando mi sueldo para ver cómo nos arreglábamos tú y yo mientras tanto” o que paga tu luz cuando falta el dinero.
Otro ser especial que te dice “asume tu postura de reina, que tú eres una reina” o que te enseña a subir las escaleras del palacio despacio y a no cuestionar el gusto.
Y otras, con las que no hay reservas cuando se trata de franqueza y honestidad para cuidarme el alma y que son capaces de escribirme en un mensaje, o decirme bien de frente, “deja de engrandecer pendejos”cuando la vida dicta que es necesario.
Todos ellos, cada uno en su momento estelar, bajo la hermosa y noble sabiduría de saber reconocer cuándo entrar en escena y hacer lo propio, cuándo apagar las luces en el escenario, cuándo dejar espacio y ni hacer preguntas para no juzgar ni lastimar, en estas líneas hoy les quiero dar las gracias.
Así como Fafa, tantos años después, reconoce a su gente, agradece a su base de apoyo y está más que consciente de su importancia, hoy quiero hacer lo propio y reconocer a los míos.
A ustedes que me conceden el favor de leerme, motivarlos a que se hagan de su base de apoyo. La cuiden, la valoren, la alimenten y cada vez que puedan la reconozcan por todo lo alto. A los míos, hoy les entrego lo que mejor y más sincero me sale directo desde mi corazón, que son estas líneas y la promesa de un abrazo y un besito en la cabeza cuando los vea. Gracias del alma por estar.