La Resurrección es un acontecimiento extraordinario para los cristianos. Es un hecho sorprendente porque recuerda que la muerte no tiene la última palabra, que la resurrección de Jesús devuelve la esperanza y redimensiona la vida. Por todo esto hoy continúa la fiesta; se celebran las lecciones aprendidas en los días de reflexión y de silencio que viven los creyentes para reencontrarse con los valores que emanan del proyecto de Jesús. Su propuesta, marcada por el amor a los demás y por la justicia, está pensada para que alcance a todos, para que nadie se quede fuera de su plan liberador. Su propuesta alegra el alma y moviliza el corazón. Pero en la República Dominicana esta experiencia se ha vivido con una alegría mutilada, por la cantidad y diversidad de situaciones que alteran el ritmo cardíaco de nuestra nación. Participamos de la festividad de la Resurrección en un clima nacional en estado de alerta por la presencia de signos y de hechos que dan cuenta de que la democracia dominicana cada vez es más frágil y que sus cimientos están siendo horadados por líderes del más alto nivel. La sociedad empieza a tomar conciencia de que ha de estar despierta; ha de fortificar su formación y su rol como vigía que audita las acciones de los poderes del Estado; y de que como colectividad es responsable de vigorizar los avances logrados respecto del sistema democrático y de la institucionalidad. Esta realidad inunda el ambiente de dudas y de interrogantes incontestados; hace que la alegría adquiera un tono gris que decepciona.

De otra parte, en el contexto de la fiesta del Resucitado, observamos con perplejidad la prisa que va adquiriendo la estrategia reeleccionista. Se advierte una complicidad intencionada de funcionarios, empresarios y militantes del partido político que controla los poderes del Estado, para que la constitución sea violentada una vez más. Se argumenta que la sociedad sale beneficiada; se oculta que los beneficios son personales y corporativos. Este es otro episodio que decolora la alegría que debería anegarnos en estos días. Resulta tan preocupante como los hechos anteriores, tener que admitir que la cesantía laboral está amenazada. La preocupación es mayor porque la debilidad y la desarticulación priman en el ámbito del sindicalismo. Este derecho histórico ha de defenderse con toda la energía que pueda desplegar la sociedad dominicana. Los trabajadores están en situación de indefensión y no se pueden dejar solos. La cesantía y la jornada laboral requieren nuestra atención para que estos derechos se respeten y se fortalezcan en este siglo XXI.

La alegría acentúa su tono gris al constatar que el sistema judicial dominicano está en crisis. Una crisis sistémica por la carencia de institucionalidad y de respeto al sistema como tal. Este entorno coloca a los habitantes de esta nación en una situación de inseguridad extrema. Se robustece la política de sálvese quien pueda y como pueda. Es difícil conservar la alegría; y mucho más embarazoso es revertir un sistema judicial instrumentalizado para todo lo opuesto a lo que significa justicia justa. Asimismo, resulta inextricable en este sistema judicial, asegurar, un ejercicio ciudadano con derechos reconocidos y respetados. Estas condiciones obstaculizan la visualización del Proyecto del Resucitado en la vida cotidiana. Son prácticas que entristecen y hacen resurgir la impotencia personal y colectiva.

En este mismo sentido, la alegría se torna mustia cuando palpamos la fuerza publicitaria en torno al feminicidio y la falta total de políticas públicas efectivas que por lo menos reduzcan esta pandemia social y familiar. ¿Dónde están el Ministerio de La Mujer, El Ministerio de Educación y la justicia de la República Dominicana? ¿Qué hacen, qué nivel de articulación posibilitan entre sí para un trabajo más eficiente? Es más factible que continuemos preguntando; pero es más difícil que obtengamos respuestas serias porque los intereses y la agenda están direccionados por el pulso electoral. Este pulso le presta poca o ninguna atención a lo humano, su lógica es la deshumanización. Por ello, el feminicidio es más importante como historia para ser contada y como cifra. Con este tipo de filosofía es tratado el problema de los accidentes y de las muertes por accidentes automovilísticos. Se ha de investigar a profundidad por qué no funcionan las medidas que el Instituto Nacional de Transporte Terrestre-INTRANT ha puesto en práctica. No se puede esperar más por el incremento desbordado de accidentes y de muertes. Es necesario fortalecer y defender la alegría de los cristianos que celebran la Resurrección. Es urgente robustecer y salvaguardar la alegría del pueblo dominicano dándole un vuelco radical a los hechos que la palidecen y pretenden mantenerla gris.