El reciente discurso del Presidente Fernández, en su forma y  casi la totalidad del contenido, fue un discurso viejo, una reiteración de la acomodación de cifras para destacar un cuestionado crecimiento económico, evadiendo los temas que realmente preocupan a la gente. Discurrió en un extraño evento en que un presidente de la República se viste de presidente del partido oficial, para explicarle al país las causas de los problemas de su gobierno y de nuevo atribuírselos a factores externos y los anteriores gobiernos del PRD.

Como presidente de la República, aprovechó el evento para tratar invertir la pendiente de la curva que marca un brusco descenso de la legitimidad de su gobierno y de su imagen como mandatario. Lo aprovechó como presidente del partido para reunir a los altos dirigentes de esa colectividad y a los principales funcionarios de su gobierno, para tratar de integrarlos a la campaña a favor del candidato Medina y en la cual piensa jugar un papel protagónico.

Es evidente que esto último, desde sus particulares intereses, puede tener el efecto deseado, pero el discurso y el acto en sí, difícilmente puedan evitar que se siga erosionando la imagen del gobierno, pues en su comparecencia el Presidente sólo ofreció continuar el proceso de inversión pública, detenido en algunas áreas, utilizando nuevamente los recursos provenientes del FMI y de la banca multilateral con fines electorales. La gente esperaba que se le hablase de la falta de circulante, del deterioro de la calidad de vida y de los incosteables precios de los servicios de la educación, la salud, la electricidad y el transporte.

En política y sobre todo en campaña electoral, a la gente no le interesan las causas que real o supuestamente hayan creado sus problemas más sentidos, le interesa que se lo resuelvan o que le den entendibles y viables formas de resolverlos. Pueden ser otros los culpables del origen de sus  dificultades, pero en la conciencia de la gente el está en el poder es quien tiene que resolverlas y por eso, entre otras causas, se percibe que el discurso fue decepcionante para la generalidad de la población.

Esa circunstancia, tenderá a acentuar la pobre valoración que del gobierno y su Presidente tiene la población, según mediciones y por consiguiente, incrementará la sensación de que de que el candidato del PLD nada contra la corriente, siéndole extremadamente difícil superar la significativa desventaja que en términos de intención de voto tiene frente al candidato del PRD, según las encuestas. Esos hechos deberán ser más fuertes que la recurrente campaña del miedo usada contra este partido.

Finalmente, esa especie de inicio de campaña protagonizada por Fernández, podría contribuir a que el PLD en su conjunto se sume  la campaña de Danilo, al endosarle la representación de toda su militancia a cambio de una obligada aceptación del endoso de las consecuencias de representar un gobierno con tan baja valoración. Quizás no haya un formal acuerdo donde se consigne lo antes dicho, pero varios indicadores, entre los que se podría citar el lenguaje corporal de Danilo durante el evento, permiten esa lectura.

Si la intención era solidificar el partido  alrededor del gobierno y del candidato, como tal no era una mala la idea, pero eso sólo podía intentar entenderlo la militancia partidaria, no la gente. No es posible que en una situación de profundas dificultades un presidente de la República hable al país vestido de presidente de su partido, porque eso significa un nivel de abstracción que difícilmente alguien pueda lograr, como de hecho así se percibe que ha sido. Por eso el discurso, además de extraño, tuvo que ser necesariamente viejo. Un intento fallido.