El reciente atentado en el metro dominicano me hizo pensar – ¿Qué tan al azar es la vida humana?
Un hipotético peligro podría cruzar nuestros caminos sin importar la hora o el valor que ponemos a nuestro propio destino. Los riesgos de coincidencia sin razón alguna y con aún menos sentido no discriminan. Y mientras me congela su tan espantoso determinismo, también me causa una sensación muy extraña de libertad. Si, el azar de la vida y su incontrolabilidad injusta a pesar de poder aterrorizarnos, nos priva de cierto grado de responsabilidad.
Bueno, por lo menos es una forma de ver el lado brillante de las cosas.
Y al tratar de sacar al menos algún sentido metafísico de los acontecimientos trágicos de este mundo, me gustaría compartir un poema de una ganadora del Premio Nóbel en literatura (Wisława Szymborska – la ganadora del 1996) que retrata lo cruel y casual que podrían ser las vías aleatorias de nuestra vida.
UN TERRORISTA: ÉL OBSERVA
La bomba explotará en el bar a la una y veinte.
Ahora apenas es la una y dieciséis.
Algunos todavía tendrán tiempo de salir.
Otros de entrar.
El terrorista ya se ha situado al otro lado de la calle.
Esa distancia lo protege de cualquier mal
y se ve como en el cine:
Una mujer con una chaqueta amarilla: ella entra.
Un hombre con unas gafas oscuras: él sale.
Unos chicos con vaqueros: ellos están hablando.
La una y diecisiete y cuatro segundos.
Ese más abajo tiene suerte y sube a una moto,
y ese más alto entra.
La una y diecisiete y cuarenta segundos.
Una niña: ella va andando con una cinta verde en el pelo.
Sólo que de repente ese autobús la tapa.
La una y dieciocho.
Ya no está la niña.
¿Habrá sido tan tonta como para entrar, o no?
eso ya se verá cuando la vayan sacando.
La una y diecinueve.
Y ahora como que no entra nadie.
En vez de entrar aún hay un gordo calvo que sale.
Pero parece que busca algo en sus bolsillos y
a la una y veinte menos diez segundos
vuelve a buscar sus guantes miserables.
Es la una y veinte.
Qué lento pasa el tiempo.
Parece que ya.
Todavía no.
Sí, ahora.
Una bomba: ella explota.