A pesar de que es un servicio público de extraordinario impacto en todos los sectores sociales y productivos, el entendimiento de cómo se estructura, funciona y regula el sector eléctrico de un país es muy limitado en gran parte de la población y en muchos de sus líderes.

Eso es común en todos los países, la diferencia es que en ninguna otra nación de América – aparte la Republica Dominicana y Haití – existe un servicio eléctrico tan calamitoso como el que venimos sufriendo los dominicanos desde hace más de medio siglo. Luego de más de 50 años de una crisis que surge y se mantiene en manos de los “expertos”, cualquiera se ve tentado a pedirle a los que no lo son a que se involucren en el debate y ejerzan una presión activa sobre los máximos responsables de la dirección del Estado.

Porque todos tenemos enfoques limitados. Por ejemplo, algunos de los contados economistas dominicanos que estudian el tema eléctrico creen que pueden explicar la crisis del sector basándose, únicamente, en las herramientas de la teoría económica, sin prestar mayor atención a las restricciones funcionales que imponen a ese mercado  las interdependencias entre elementos o subsistemas tecnológicos que se articulan en redes para la producción y entrega de cada kilovatio hora en el lugar y en el instante que es requerido. La electricidad es un bien que no se puede producir antes de la demanda, ni almacenar para después, todo: producción, transporte y consumo, se realiza simultáneamente, casi en el mismo instante.

Por otro lado, las inversiones en electricidad siempre ascienden a grandes sumas para comprar plantas eléctricas, redes y transformadores que una vez instalados no sirven para casi ningún otro uso alternativo y en la mayoría de los casos tampoco pueden ser desinstalados y trasladados a otro país sin incurrir en importantes costos o pérdidas..

Las plantas tipo barcazas en plataforma de mar o rio – como se observan en el Ozama- y los motores diésel de pequeña escala ubicada en tierra firme, son una excepción.

Esas son, entre otras tantas, algunas de las peculiaridades casi exclusivas del mercado eléctrico y que lo hacen muy diferente a un mercado de azúcar, cemento o harina, para citar industrias que fueron capitalizadas en 1999 junto a la CDE. Esas peculiaridades influyen en su funcionamiento y en su dinámica de costos y calidad del servicio eléctrico.