El director de Proconsumidor me recordó el desfile de recuperadores de empresas estatales de los años en que colaboré con la Fundación Economía y Desarrollo (1988-1994). Cada anuncio de salto cuántico que pasaba una prueba de originalidad se comentaba por los diversos medios disponibles de la organización para seguir martillando que el camino era venderlas a empresarios dispuestos a competir sin privilegios arancelarios o fiscales.

En ese papel de “buitre privatizador”, término inolvidable con que nos bautizó el Dr. Pedro Manuel Casal Victoria, escribí en varias ocasiones sobre el periplo recuperador del Ing. Caonabo Javier Castillo. Su recorrido por varias entidades estatales lo comparé con los azotes de las campañas de Atila. Se cuenta que por el pasto por donde pasaba el brutal guerrero jamás volvía a crecer la hierba, algo parecido al tránsito del Ing. Castillo por entidades públicas donde buscaba que jamás volviera a crecer la competencia.  En Atila y Caíto también expliqué su afán de que las historias sobre su gestión se contarán al estilo bíblico A.C./D.C. (Antes de Caíto y Después de Caíto).

Las declaraciones del actual director de Proconsumidor van cabeza con cabeza con los mejores resucitadores de empresas moribundas del pasado, pero reconozco que escuché indicios de sensatez sobre las limitaciones del alcance de sus funciones.

Cuenta que encontró dos carros de ocho vehículos funcionando, el total de la flotilla disponible para desplazar contingentes de inspectores por "todo lo largo y ancho del país" para proteger a trece millones de consumidores. De su propio patrimonio arregló algunos con los que se ha podido integrar a la tarea urgente de combatir la adulteración de bebidas ha provocado más de un centenar de muertos. Reporta que los inspectores antes salían a extorsionar comercios sin denuncias y la situación de cientos de reclamaciones sin atender.   Se están sacando los malos, ahora se sale con ruta, la coordinación con las fuerzas del orden es de primera y se actúa sin contemplaciones en el cierre inmediato de comercios.

¿Qué pequeños detalles vi positivos y diferentes en una intervención radial? Cuenta que paró en seco una reunión en la que se estaban dando los números de la cantidad de colmados y establecimientos para inspeccionar por provincias. No hay posibilidad presupuestaria de cubrir ese frente. Hay que mejorar logística para ser mas efectivo el trabajo con el personal que se cuenta y, esto es divino, para detectar y sancionar con más fuerza las falsificaciones, venta productos vencidos y otros aspectos que no incluyen el precio de los artículos.

Maravilloso. Si no me traicionó eso de que uno escucha e interpreta lo que quiere, deduzco que el director reconoce que ya estamos en una economía de precios libres, no controlados, donde ya no es posible volver para atrás y que Proconsumidor tiene en su portal institucional listados de precios semanales en supermercados, colmados y mercados que tienen un valor indicativo.

Grandioso que al tren gubernamental llegue un funcionario que reconoce es imposible controlar los precios de los productos, tal como demuestran fracasos durante cuatro milenios de años. Aplausos también merece por no aprovechar el medio en que habló para quejarse por el poco presupuesto que maneja la institución y utilizar el tiempo para explicar la nueva forma en que los operativos serán más efectivos con los recursos disponibles. Una salva de cañonazos porque creo se ha dado cuenta con pocos días en el cargo de que es imposible estar velando sobre todas las transacciones de una economía tan grande.

En este artículo Hacia un Estado de Sitio a favor del Consumidor estimé que se necesitarían tres millones de inspectores para que el consumidor tenga la garantía que la mitad de las transacciones realizadas en la economía durante un año pasaron por la supervisión de un celoso servidor público. Si es por ahí que andan las ideas del director hay que ver el vaso medio lleno o contar las bendiciones para esperar un real brinco de sapo de la reciente historia fascista de esa entidad.