Este país es lo más curioso que jamás se haya inventado. Tiene todas las leyes que quien sea pueda imaginar, todos los reglamentos que pueda desear, todas las normas que  pueda inventar, todos los códigos que pueda aspirar, todas las ordenanzas municipales que pueda suponer, todas las disposiciones que pueda esperar y todas las políticas que pueda dictar. Es un país perfecto para organizar todo lo que haya que organizar, controlar, vigilar, sancionar y garantizar. Pero solo le falta una cosa indispensable para funcionar: un Estado eficiente y con autoridad. (El doloroso caso de la planta de gas lo ha venido a reiterar).