Esta canción de Roberto Carlos, el famoso cantante brasileño, era en mi niñez como un himno escolar. La cantaba en el carro, en las veladas culturales y hasta en el recreo. Cuando uno lo piensa ya con la mente de adulto no parece ser más que una canción bonita y hasta empalagosa, pero para mi sigue teniendo el mismo efecto esperanzador que tenía entonces.
Hoy sin embargo, ese millón de amigos no solo cantarían juntos, porque la fuerza de un millón de voces unidas daría para muchas cosas: ¿qué narcotraficante se atrevería a entrar a una ciudad que protege a sus hijos con un millón de amigos solidarios? ¿Qué empresa podría monopolizar un mercado en el que un millón de amigos sean capaces de ponerse de acuerdo para no comprar un producto? ¿Qué gobierno sería capaz de ignorar los derechos de un millón de ciudadanos amigos?
Si somos nueve o diez millones yo apostaría con quien sea, que la proporción de "gente buena", de personas que buscan sin malicia un bienestar que no les sea exclusivo, supera con creces a la pequeña parte de la población que ha aprendido a ir a lo suyo y ha logrado que al dominicano le caiga ese estigma de ser un individuó egoísta y oportunista que solo mira por lo suyo.
Acordaríamos por tanto, que somos más de un millón, sobretodo fuera de la ciudad de Santo Domingo y todos sus nortes, estes y oestes, los buenos vecinos, las buenas personas y los buenos amigos. Si de esa proporción de hombres y mujeres buenas sacaran su cabeza o cómo dice la canción unieran sus voces al menos un cuarto, estaríamos ante una cantidad significativa de personas dispuestas a no dejarse amilanar por el peso del poder o por cualquiera que sea la causa que los hace parecer menos.
Ante la convocatoria de la Coalición por una Educación Digna para realizar una caminata por la educación el próximo domingo dos de octubre no puedo sino acordarme de esta bonita canción y soñar que bonito sería tener un millón de amigos dispuestos a salir de sus casas unas horas y demostrar con una inquebrantable voluntad que somos más los buenos que los malos y que esta lucha es solo el comienzo de una sociedad más justa, más plural y menos pasiva. Contra ese poder nada puede.