A medida que las atrocidades del peledeismo contra el patrimonio nacional se conocen por las denuncias y sometimientos los dominicanos nos frotamos los ojos, estupefactos, descreídos y aun atónitos.

Dos grandes y espeluznantes realidades nos abruman:

1ro.- A pesar de la acción del Ministerio Público encarcelando numerosas personas, armando expedientes minuciosos y bien documentados, a pesar de confesiones y delaciones premiadas, a pesar de toda esta gente enfrentar la cárcel en periodo navideño y bajo la amenaza del Covid, usted apreciado lector, no creería la cantidad de funcionarios de alto y nivel medio del presente gobierno armando trampas, haciendo negocios sucios, robando al descaro y/o incurriendo en prácticas claramente corruptas. Es como si, no entendieran el mensaje, como si no temieran a la cárcel, como si todo siguiera igual para ellos. Y, tenemos y habrá  que demostrarles, CON CARCEL que las cosas no seguirán igual. Estamos armando y documentando numerosos expedientes y los daremos a conocer con pelos y señales.

2do.- Tantos años de impunidad y corruptelas han hecho que los empresarios dominicanos hayan perdido la costumbre de hacer negocios para refugiarse en aquellas prácticas de negocio que dependen del favor político, del abuso de poder, del privilegio de una posición, del usufructo de una ilegalidad. Nuestro entorno, está tan maleado que a mucha de esta gente solo se les ocurren travesuras, estafas, abusos. Ya no se acuerdan de competir por precios ni por calidad; perdieron todos los escrúpulos que alguna vez tuvieron. Envanecidos, ajenos a la historia, centrados en robar y gastar caminan hacia el precipicio y ni cuenta se dan ni vale la pena advertirles.