“La historia parece repetirse, primero como tragedia y después como farsa”, afirma el autor del 18 Brumario de Luis Bonaparte. Lo cierto es que pone de manifiesto una verdad de perogrullo. Sin historia no hay presente y menos futuro. Es el caso de los dos estados de la Isla de Santo Domingo. La relación entre el heredero del ente colonial del Santo Domingo español (iniciado con la llegada de los españoles a la isla en 1492 y concluido con el traspaso de su posesión a Francia en 1795) y el heredero de la colonia del Saint-Domingue francés (iniciado con el establecimiento permanente de Francia en 1625 en la Isla de la Tortuga, la economía esclavista del siglo XVII/XVIII; la derrota de la expedición napoleónica y la fundación de la República de Haití a inicios de 1804), está trayendo a la mente de algunos “opinadores” absurdos inimaginables. Algunos hablan hasta de la necesidad de hacer de Haití un “Fideicomiso” internacional, como si se tratara de un niño menor edad al que hay quitar sus atributos por parte de otro “país mayor de edad”.
¿No fue un protectorado o fideicomiso que Estados Unidos ejerció en Haití de 1915 a 1934, durante 19 años? ¿No fue un fideicomiso o protectorado que Estados Unidos ejerció en nuestro país de 1916 a 1924 durante 8 años? ¿Qué soluciones aportaron los fideicomisos de Estados Unidos sobre Haití y Santo Domingo a inicios del siglo XX?
La onda de choque mundial que provocó la revolución francesa de 1789, que según historiador inglés Eric Hobsbawn dio inicio al llamado “largo siglo XIX”, tuvo un impacto particular en la Isla de Santo Domingo, tanto en el oeste francés como el este español. La Santa Alianza monárquica y feudal declaró la guerra a la Francia revolucionaria. Y el pueblo francés en armas ganó las llamadas “guerras revolucionarias” contra la Santa Alianza que intentaba derrocar la República y reestablecer la monarquía de los Borbones. Entre 1793 y 1795, las guerras revolucionarias se desarrollaron en los Pirineos y arrebató a España, la actual Cataluña, el Rosellón, el País Vasco y Navarra. Es decir todo el Pirineo occidental y oriental entre España y Francia.
En la colonia del Saint-Domingue francés el impacto de la proclama de los Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en la Constitución de 1789, basada en la consigna de Liberté, Egalité et Fraternité (Libertad, Igualdad y Fraternidad) hizo añicos las bases del inhumano y bestial régimen esclavista de la colonia estrella de la Francia de los Borbones. El levantamiento de los esclavos en Saint-Domingue como consecuencia directa de esa revolución que abatió la monarquía, fue inmediato, particularmente en el norte y centro de la colonia a partir 1791, devastó el sistema de plantaciones y derrotó a los realistas franceses remanentes en Saint Domingue y después a la alianza de los imperios español e inglés y algunas facciones republicanas francesas como la de Rigaud que se le opuso. La lucha por la libertad de los negros esclavos terminó con la esclavitud y creó una sociedad de ciudadanos libres, en principio parte de la Francia revolucionaria, comandada por Toussaint Louverture. “El libertador de los negros” jamás se propuso crear un Estado independiente de Francia.
El desarrollo de ese proceso fue la más épica de las revoluciones americanas, siendo una revolución social –esclavos contra amos-; una revolución política anticolonial –libertad e independencia contra el colonialismo-; y una revolución racial –negros esclavos y mulatos contra blancos explotadores, todo al mismo tiempo. La revolución de los esclavos de Saint-Domingue fue la primera y la única revolución de la historia en derrotar la esclavitud y establecer un país libre constituido de antiguos esclavos. Ahí es que reside el odio contra la revolución haitiana en el pasado y en el presente, a nivel internacional y a nivel de los conservadores dominicanos. Iniciada en 1791, aún parte de Francia, y concluida al alba del primero de enero de 1804, con la derrota de los ejércitos de Napoleón y el nacimiento de la República de Haití. ¿Podía la parte española del Santo Domingo español estar al margen de ese terremoto de escala 10 de Richter? Imposible.
Previamente a 1804, España, derrotada en los Pirineos por la República Francesa, se ve obligada a firmar el Tratado de Basilea en 1795, mediante el cual entrega a Francia, la parte este de la Isla, la colonia española de Santo Domingo a cambio de sus territorios pirinéicos. El año de 1795, marca, por tanto, el fin de la presencia española en la hoy República Dominicana –excepto el breve lapso de la traición de Pedro Santana. Es decir, entre 1795 y 1861 España no es la metrópoli del Santo Domingo español. Entre 1795 y 1809 la metrópoli colonial -excluido el periodo de la España Boba de 1809 a 1821, fue Francia y aún en la España Boba tampoco trajo el restablecimiento de la dominación española en el Santo Domingo español. Los criollos conquistan un Estado Independiente de derecho –de hecho lo era desde 1809- con la conocida Independencia Efímera de 1821 y piden inmediatamente la anexión la Gran Colombia. Las tropas de Boyer entran en la parte oriental española el 9 de febrero de 1822. La pregunta pertinente es ¿por qué tardaron de 1804 a 1822 con la amenaza hispano-francesa a la independencia de la joven república en su mismo territorio? El resto es harto conocido. La ocupación haitiana por 22 años de la parte española. La independencia dominicana en 1844, las largas guerras dominico-haitianas de 1844 a 1856. La anexión santanista a España en 1861 y la gloriosa guerra de restauración que culmina en 1865. Los gobiernos azules y las luchas de caudillos en la ultima parte del siglo XIX, la república neocolonial desde 1905 y la convención dominico-americana, la ocupación militar americana de 1916 y la herencia de esa ocupación en el régimen de la dictadura militar de Rafael Leonidas Trujillo de 1930 hasta 1961.
La actual crisis de gobernabilidad del Estado Haitiano, desatada por la invasión estadounidense de 1994 y la destrucción de sus instituciones –entre ellas la disolución de las Fuerzas Armadas haitianas-, creó un vacío no llenado ni por EEUU, principal propulsor, o los países participantes en la MINUSTAH desde 2004 hasta 2017 en largos 14 años, ni por el Consejo de Seguridad de la ONU. ¿Por cuál razón puede caber en una mente exaltada que que la “solución para Haití’ es un nuevo “Protectorado” no se sabe de quién y para qué?
Los protectorados fueron figuras del colonialismo europeo del siglo XIX, ya en total desuso desde la creación de la Organización de las Naciones Unidas en 1945 y el proceso de descolonización mundial iniciado después de la Segunda Guerra Mundial. En el mundo actual no existen protectorados per se y seria un absurdo proponer como dominicanos usar una figura jurídica del colonialismo del siglo XIX para enfrentar los graves problemas que hoy enfrenta el Estado y la nación haitianos. Se nos van reír en la cara, no solo los haitianos, sino los países claves de la “comunidad internacional”, comenzando con EEUU, Francia, Canadá, la Unión Europea y los estados latinoamericanos y caribeños agrupados en la CELAC. ¿Se habrán vuelto locos los dominicanos?
¿Quién disolvió las instituciones del Estado haitiano a partir de 1994? ¿Por qué destruyeron las fuerzas militares haitianas y la economía campesina con un arancel que mató toda producción propia agropecuaria en un país casi 70% rural en ese momento? Según la Carta de las Naciones Unidas todos los pueblos del mundo tienen derecho a la autodeterminación de su forma de organización. Entre 1945 y 1963 casi todas las ex colonias y ex protectorados del mundo han desaparecido en África, Asia, Medio Oriente, el Caribe y el Pacifico.
Cierto que hay muchos casos remanentes de la “cuestión nacional y la autodeterminación” a nivel internacional que pone de manifiesto el derecho de la autodeterminación. Es el caso de pequeños territorios insulares, en el Caribe y en el Pacifico, como Puerto Rico, los territorios franceses, ingleses o neerlandeses del Caribe como Aruba, Curazao, Bonaire, Martinica, Guadalupe, San Martín, Islas Turcas y Caicos, Islas Caimán, Islas Vírgenes británicas o americanas, Guyana francesa, entre otros. Por otro lado están las complejas cuestiones nacionales en grandes estados desarrollados, como los casos de Cataluña, Euskadi y Galicia en España, la cuestión de Kurdistán en Turquía, Siria, Irak e Irán. La cuestión de Quebec en Canadá, la cuestión de la autodeterminación de Escocia en el Reino Unido, la unificación de la nación irlandesa, la reunificación de la nación coreana, la cuestión nacional en Bélgica entre wallones y flamencos, y muchas otras en grandes estados como China, Rusia, India y las antiguas potencias coloniales.
Pero el problema de Haití es de otra índole. No puede plantearse ni por asomo, que la primera república latinoamericana sea declarada un Protectorado de nadie, no se sabe de quién y ni por qué. Los problemas de Haití se resuelven con mas autodeterminación del pueblo haitiano y no con mas intervención. Con ayuda y cooperación cierto pero no con intervención. Existe un plan detallado hecho por haitianos y entidades haitianas, más de 700 organizaciones, contenidas en el “Acuerdo del Hotel Montana” de octubre de 2021. Lo que requiere ese plan es ayuda y apoyo de la comunidad internacional por vía de la ONU y Consejo de Seguridad, para crear el Consejo Nacional de Transición (CNT) y una presidencia interina de dos años y un jefe de gobierno por dos años respetando la Constitución de Haití de 1987. Los dominicanos somos los mas interesados en que ese plan funcione. En ayudar a ponerlo en practica. Está apoyado por todos los partidos haitianos, desde los que han gobernado como Lavalas, Unité, y PHTK, hasta organizaciones progresistas como OPL, Pampra o el Frente Patriótico y Progresista de Haití y muchas otras organizaciones religiosas, de la sociedad civil, campesinas, sindicales y de derechos humanos. Haití necesita apoyo de los países amigos, comenzando por el más interesado en la estabilidad, el progreso y la paz en Haití que es la República Dominicana, pero salir con absurdos como el de un Fideicomiso es faltar el respeto a la historia y la consciencia nacional del pueblo haitiano.