La noticia, que ha competido en espectacularidad con la pandemia y la fiebre porcina, de que al albañil Luis Peña Valdez lo mantuvieran en prisión durante doce años sin haber cometido delito, por el simple “¡tránquenlo!” de cualquier policía; sin una orden de autoridad judicial alguna; sin que ningún juez le cargara tal penalidad, sin siquiera poseer cédula de identidad y sin que la Dirección General de Prisiones se percatara del hecho, proyecta a los dominicanos ante el mundo, no como ciudadanos de una pretenciosa república del siglo XXI, sino (¡Qué pena!) como vasallos de un simple feudo caribeño de la Baja Edad Media.