Otra vez se confirma que cuando en educación se habla de evaluación, cada uno conceptualiza e interpreta este término con significados distintos. Y debe saberse que desde 1995 la evaluación en el curriculum dominicano es también formativa y no sólo sumativa. Esta última se priorizó hasta ese momento, pero cabe pensar que continúa.

Evaluar no es examinar es eso y mucho más. La evaluación tiene que ver con actividades de calificar, medir, corregir, clasificar, certificar, examinar, aplicar tests, pero no se confunden con ella. Todos comparten un campo semántico, pero se diferencian por los recursos que utilizan y los usos y fines a los que sirven.

En la primera página del matutino El Día del 2/4/2013 aparece, en letras grandes, el titular: Educación traza plan para recuperar clases. A reglón seguido se lee: “El Ministerio pretende reponer el equivalente a tres semanas de docencia suspendida impartiendo en lo sucesivo más horas al día y habilitando fechas en fines de semana”.

Esta medida en la forma es excelente, pero en el fondo es impracticable porque: ¿cuántos docentes se desplazan de una escuela a otra lejana, al cambiar de tanda de trabajo?; ¿cómo impartir “más horas al día” con muchísimas escuelas ocupadas con tres tandas?; ¿cuántos docentes estudian sábados o domingos? Si las autoridades tienen las respuestas pertinentes “manos a la obra”.

Pero en la página 8, donde el periódico detalla la información, la directora general de Supervisión Educativa, Esperanza Ayala, adelanta que para recuperar la docencia: “…preparan una guía de trabajo relativa a los contenidos, que permita establecer los capítulos de clases [¿?] por completar para lograr el éxito estudiantil de cara a los exámenes”.

Esta declaración se inscribe en un enfoque pedagógico obsoleto de enseñar para examinar, el cual no privilegia la fundamentación teórica del curriculum vigente.

Implica una concepción educativa que en 1970, el eminente educador brasileño Paulo Freire la catalogó en su libro Pedagogía del oprimido, como educación bancaria.

Le llamó así, porque  coloca como centro a los docentes; enfatiza los exámenes, no el aprendizaje que potencia el desarrollo personal y social. En lugar de una educación que favorece la comunicación y el diálogo, la educación bancaria contempla el educando como un sujeto pasivo e ignorante, que debe memorizar y repetir los contenidos que le inculca el educador, el poseedor de verdades únicas e inamovibles. Los educandos fungen como "recipientes" en los que se "deposita" el saber, cuya única acción posible es archivar los conocimientos, para reproducirlos en las pruebas.

Esta pedagogía se olvida que aprender fue primero que enseñar. Y enseñar correctamente es crear condiciones para producir nuevos conocimientos. Asimismo, que quien enseña aprende, y quien aprende enseña.

Aquí no se plantea que no existan pruebas y exámenes, sino que no se enfaticen como el objetivo del trabajo escolar. En tal caso, la evaluación es para tomar múltiples decisiones, no sólo para promover a los alumnos.

Las nuevas concepciones de la enseñanza  señalan que el desafío para el docente es contraponerse a la concepción bancaria; es  propiciar en los alumnos el desarrollo de habilidades para aprender a aprender, aprender a socializarse, aprender a convivir con los otros, aprender a hacer y sobretodo aprender a ser, que son los pilares en los cuales se sostiene la educación actualmente, según la Unesco.

Así las cosas, esta funcionaria debería replantear su declaración, para que los docentes bajo su supervisión no confundan que es lo mismo enseñar para desarrollar potencialidades, que enseñar para examinarse.

Por su parte, la ministra de Educación, Josefina Pimentel y la vice-ministra para Asuntos Técnicos y Pedagógicos, Minerva Vincent, deberían determinar una medida más contundente para completar el presente año escolar, que simplemente es extender el período lectivo, para que todos los actores del sistema educativo entiendan que, a partir de ahora el cumplimiento del calendario escolar no admitirá ningún tipo de variación, en cuanto al número de días completos de docencia en todas las escuelas.