Desafortunadamente tuve que escuchar y luego leer el adefesio de discurso la noche del jueves que el presidente de la Junta Central Electoral, Roberto Rosario Márquez, denominó “informe”, en el que no nos habló de la cantidad de personas que o no aparecieron en el padrón electoral o se encontraron con la sorpresa de que otros ya habían votado por ellos, de que los votos nulos y observados pasaron !de 300 mil! y de que la abstención superó el 30% a pesar de que debido a la expedición de nuevas cédulas el padrón había sido limpiado de fallecidos y de otros que no se presentaron para la renovación, y que la vez anterior que ello se hizo la abstención fue apenas del 15.8 %.
Tampoco nos habló de la correspondencia del juez electoral Eddy Olivares, quien, entre otras cosas curiosas, le exige explicar porqué fueron excluidos la mayoría de los presidentes y secretarios de colegios electorales de extendida experiencia, y por qué esta vez no se plastificaron las actas de votación, “a fin de evitar su adulteración en perjuicio de la transparencia del proceso”.
Aún más grave: tampoco explicó la revelación suspicaz del juez Olivares de que se programó el equipo de escrutinio “de modo tal que una misma boleta pudiera contarse indefinidamente, y la razón por la que no se corrigió la anormalidad, a pesar de haber sido advertida a tiempo.
A lo que el juez Olivares no quiso referirse, tal vez porque lo convierte en cómplice pasivo por silencio y omisión, fue al hecho cierto de que empleados de la sede de la junta central electoral y de otras juntas fueron recomendados por senadores oficialistas ¡a solicitud de Rosario Márquez! Para no ir muy lejos, recordemos al senador candidato a la reelección que agredió a un presidente de junta de un pueblo y que le reprochaba a uno de los empleados: “Te dije que ese tipo no me gustaba, que había que sacarlo de aquí”.
Lo mejor que él haría de ahora en adelante es callarse. ¿O es que no se ha dado cuenta que en las últimas décadas nunca nadie había caído tan bajo desde tan alto?
Aunque Rosario Márquez, en el viejo estilo de izquierdistas obtusos del pasado capaces de lo peor para imponer sus criterios, insiste en culpar a los partidos de oposición por su evidente fracaso en organizar elecciones limpias y transparentes, o cuando menos libres de suspicacias, lo muy cierto es que esos partidos y hasta el propio PLD nos liberaron de graves y hasta sangrientas consecuencias al imponerse finalmente el conteo manual por encima del electrónico.
En sus penosas, encubridoras y hasta hipócritas palabras, el súperpoderoso jefe de la Junta Central Electoral habla de agendas ocultas de boicot de las elecciones y de un plan para desacreditar el proceso electoral, a pesar de que hay un claro síndrome de que desde altas instancias electorales se orquestó lo que he denominado “un caos organizado”, y él es el responsable del caos y de las consecuencias de su organización.
Lo mejor que él haría de ahora en adelante es callarse. ¿O es que no se ha dado cuenta que en las últimas décadas nunca nadie había caído tan bajo desde tan alto?
…Y que no hay de otra para él: o coge la yola o ruega que lo nombren embajador en Tanganica. Nadie quiere verlo.