“La vida es más o menos como un mar lleno de tiburones”

Ramón Grau San Martín, exPresidente de la Republica de Cuba (1933-1934 y 1944-1948).

La Universidad Hofstra en el estado de Nueva York fue el escenario el lunes 26 de septiembre del primer debate entre los dos candidatos presidenciales de los principales partidos políticos de Estados Unidos. Le correspondió al prestigioso periodista Lester Holt de la cadena NBC servir como moderador del encuentro.

Por espacio de alrededor de alrededor de 90 minutos, los aspirantes a residir en la Casa Blanca durante el período 2017-2021, presentaron puntos de vista, hicieron promesas y discutieron. Curiosamente, se trataba en cierta forma de un debate asimétrico.

La candidata demócrata Hillary Clinton ha sido secretaria de Estado de su país, senadora por Nueva York y primera dama en Washington y Arkansas ya que su esposo fue Presidente de Estados Unidos y Gobernador de Arkansas. Es también una abogada con una formidable preparación universitaria.

El republicano Donald Trump, con una formación comercial apreciable, se había dado a conocer mundialmente como empresario dedicado a la construcción de torres y hoteles que llevan su nombre, dueño de casinos de juego y de infinidad de propiedades inmobiliarias. Ha dado a conocer su nombre en una variedad de empresas y patrocinando concursos de belleza. No ha ocupado ningún cargo en el gobierno. Su relación con la política ha sido sobre todo la de un empresario rodeado de cabilderos. Algo frecuente en estos Estados Unidos de la América del Norte.

Debe reconocérsele haber hecho un buen esfuerzo durante el debate, pero su desconocimiento de la profundidad de temas internacionales determinó hasta cierto punto el curso de los eventos. No podía establecerse la simetría en el debate. Era totalmente imposible. Dos figuras altamente polémicas, pero con diferentes experiencias existenciales. Son tantas las aventuras y desventuras de estos ilustres personajes que sería necesaria una larga serie de artículos, ensayos y reportajes para acercarse realmente a sus actuaciones y perspectivas.

Así las cosas, la exsecretaria de Estado y el gran empresario discutieron de temas complicados en asuntos económicos, de seguridad nacional y de carácter diplomático. Ante la escalada de violencia de los últimos días, no sólo en el ambiente creado por el terrorismo en otras regiones sino también por los recientes actos de delincuencia en el país (nada nuevo por cierto) y la polémica creada por la actuación de algunos agentes del orden, era inevitable que se tratara de temas como la posesión de armas, un tema en el cual la candidata Clinton está a favor de limitaciones en la venta de las mismas.

Además de lo anterior se expusieron asuntos que penetran más en la conducta personal que en la administración del Estado y el Gobierno. De ahí que me atreva a calificar de asimétrico el debate que atrajo a más de ochenta millones de personas, la cifra más alta hasta ahora reportada en ese tipo de encuentros.

Confieso que resulta difícil lograr una evaluación de este debate. El señor Trump dedicó la primera parte de su presentación a señalar su posición sobre temasde gran interés nacional como la economía y después entró en una serie de consideraciones algo incoherentes sobre política internacional, interrumpidos por el mismo con sus constantes ataques a la señora Clinton. Estoy seguro que en caso de discutir sobre compraventas y bancarrotas la señora Clinton, que tampoco pertenece a mis admiradas amigas las Hermanitas de la Caridad, se enfrentaría a una lucha igualmente simétrica.

La exsecretaria de Estado, aparentemente recuperada de su episodio de pneumonía, demostró un gran vigor y ecuanimidad además de su conocimiento de temas económicos y de política internacional. Era de esperarse. No es ninguna aficionada o novata en esas cuestiones. Su estilo fue menos agresivo que el del señor Trump, pero tampoco se caracterizó por un estilo franciscano. Evidentemente, se propuso irritar a su adversario. Y lo logró.

Sorprendido quizás por la tranquilidad de la Clinton ante sus ataques, Trump acudió a las mismas afirmaciones categóricas y exageraciones que le han caracterizado durante toda su campaña, los cuales tuvieron efectividad, en gran parte, por tratarse de debates entre más de una docena de personas, sus adversarios en las primarias republicanas. Como se trataba de unos pocos minutos concedidos a cada candidato, el famoso empresario acudió entonces a su uso de la ironía, ridiculizando a sus adversarios, correligionarios suyos ya que hace poco se convirtió en republicano como ellos. Ahora bien esa práctica resultó útil en esos encuentros. Empero, en el entorno, bastante diferente, de un debate entre dos, se le agotó el repertorio.

Mientras la Clinton estaba “tan fresca como una lechuga”, Trump, que empezó bien, se fue irritando. Las expresiones que se retrataban en su rostro, los sonidos de su respiración, como de una persona nerviosa, no le ayudaron al enfrentarse a la última y decisiva hora del debate.

Pero es necesario acudir a la cuestión simétrica. Debe reconocerse que el hombre de negocios, a pesar de su paso por el mundo de la televisión, el entretenimiento y los concursos de belleza, logró hacer frente a una persona con una extensa preparación académica y una larga experiencia política. Asuntos que no pueden improvisarse fácilmente.

Trump utilizó con fuerza los problemas de la Clinton con los correos electrónicos mientras que la exsenadora disfrutó recordándole que el no se atreve a presentar su declaración de impuestos. Me parece que cuando mencionó las posibles razones detrás de su negativa, culminó efectivamente su intención de irritarlo. Sobre todo cuando dio a entender, o mas bien expresó claramente, la posibilidad de que en realidad la fortuna de Trump no sea tan grande como el mismo se ha encargado de repetir hasta ahora.

Pero insisto en a Trump no se le debe atribuir un papel desairado. Hizo lo mejor que pudo y tuvo algunos buenos momentos. Demostró una vez más su disposición a luchar contra viento y marea, acudiendo a todo lo que en su personal manera de ver las cosas puede hacerle daño a la imagen de su adversaria.

Finalmente, los partidarios de Trump seguirán entusiastas con su constante referencia a la lucha contra el establecimiento político. Los seguidores de la Clinton, sobre todo entre las mujeres y los miembros de las cada día más numerosas minorías, no se dejarán convencer por el otro candidato. El resultado final lo determinarán los llamados “indecisos” y los vientos que soplen en el preciso momento de la concurrencia a las urnas.

En realidad, el asimétrico debate es una noticia que se va convirtiendo en más vieja por minutos. Vendrán otros debates y nuevas sorpresas. Las encuestas seguirán ofreciendo resultados diferentes de acuerdo con los acontecimientos y al compás de los vientos de la política electoral. Cualquiera de los dos candidatos puede resultar triunfador o triunfadora, no tanto por los debates sino por muchas y muy variadas razones, imposibles de anticipar en sus detalles.

En lo personal debo admitir que el debate sirvió para recordarme que hay actividades en las que no debo participar públicamente, entre ellas el deporte profesional. Esa actividad es para deportistas. En caso contrario, serían juegos asimétricos como el debate en la Universidad Hofstra.

Todo ciudadano o ciudadana tiene el deber de participar en política y posee el derecho de aspirar a cargos electivos. Pero no debe olvidar la advertencia del culto e irónico presidente cubano que advirtió sobre la innegable presencia de escualos en el mar de la vida y por consiguiente de la  política, un océano de tiburones “par excellence” .