“…Nos quieren (TANTO) hasta hacernos daños” (César Vallejo).

Algo no anda bien en mi país. Cada día está pariendo más personas con la misión de salvarnos de la catástrofe que según ellos estamos metidos sin retroceso. Me preocupa mucho, porque esos mesías no nacen del quehacer cotidiano. No los engendra la sociedad dentro de aquellos que sacrifican tiempo y bienestar para servirle a la comunidad, sin ningún interés particular más que el bienestar colectivo. Hace tiempo la ciencia destronó esa teoría de la “creación espontánea”. No es posible que el único campo probable para esta teoría, sea el campo político, capaz que producir y promover actores que se creen predestinados, llamados a dar muestras de un amor superior, que el amor de los demás miembros del colectivo con el cual conviven.

Será posible esa mutación? Será probable esa aberración cromosómica? Cómo es posible que alguien quiera tanto a su sociedad por encima de su comportamiento diario, que apunta más a la eficacia de sus intereses que al sacrificio?

Qué estará pasando con aquellos que del campo empresarial donde aseguran les va muy bien, hacen hasta lo indecible por hacer vida en el campo político, como funcionarios de una cartera del gobierno o parte de los cargos elegibles cada cuatro años. Será que al poder económico les falta el poder de la influencia política para completar y para lograr cosas o para influir en torcer la balanza a favor de los intereses en donde tiene su sede los privilegios y las ganancias. 

Ahora que ya estamos en un año preelectoral, debemos acostumbrarnos para ver como la podredumbre social genere sus representantes, en cada rincón del país. En donde veremos por arte de magia, que los partidos políticos purifican y clorifican la imagen de una retahíla de pordioseros de la honestidad y el servicio colectivo, sin lograr limpiar la reputación que cuelga de una red de telarañas. Ladrones con trajes de sacerdotes y monjas, narcotraficantes con rosarios o biblias en las manos capacitados para dar una misa o celebrar  un culto, indolentes plagados de fortunas con un prontuario de plusvalía sin pagar a sus obreros, besando en los barrios y campos los cachetes de niños y viejos.

Nuestro país no necesita tanto amor para seguir hacia adelante. Ese amor es parte de una estrategia, de los gusanos que pare la sociedad para desmantelar lo que queda. “…ellos que, como Dios, de tanto amor se comprendieron hasta creadores y nos quisieron hasta hacernos daño.” (Trilce: Poema LVI – Todos los días amanezco a ciegas, Cesar Vallejo).

Ese amor hacia nuestra sociedad debe tener los rasguños de la historia: lo dado, lo perdido, las aspiraciones, las búsquedas, el compromiso con lo andado y lo por andar. Esa es la clave. Lo demás sale sobrando y nos hace daño.