Nueva York.-En Ucrania había una guerra de desintegración en el centro de Europa, pero derribar el Vuelo 17 de Malasia Airlines, matando 298 civiles, mundializó el conflicto. Ahí murió gente de todo el mundo, los malasios todavía no se recuperan del avión desaparecido, ahora este otro golpe, murieron unos 200 holandeses.

El avión derribado volaba a 33,000 pies de altura, tan alto como el pico del Monte Everest, no hay excusas para atacarlo. La plataforma que lanza misiles a esa altura tiene avanzadísima tecnología militar y todos los dedos apuntan a Rusia.

La nave se desintegró en un trigal ucraniano,  esparciendo ira e indignación por toda Europa, un continente que danza al borde de la desintegración.

Ucrania puede terminar devolviendo territorios que la fallecida Unión Soviética le anexó, tomados de Polonia, Rumania, Moldovia  y Belarusia, pero falta más.

Hoy en Europa florecen los movimientos separatistas, ultranacionalistas demandando romper la Unión Europea y el Euro, otros quieren crear países dentro de otros países. Los escoceses, la clase obrera británica, contemplan separarse de la Gran  Bretaña, como Catalunya de España.

Al sur de Ucrania, cruzando el Mar Negro, Turquía, Irán e Irak, resisten justos reclamos de los Kurdos que quieren su propia nación.  Shiitas, Kurdos y Sunnis disolverán el Irak construido por conveniencia del imperio inglés, el nuevo Estado Islámico de Irak y Siria comienza la desintegración iraquí.

El Salvador, Honduras y Guatemala también se desintegran. Las familias se desintegran enviando niños a abordar un tren de carga, “La Bestia”, en su “Ruta de la Muerte” de Chiapas a Tijuana para llegar a Estados Unidos.

Mientras, la delincuencia, la violencia callejera e intrafamiliar, amenazan con desintegrar las sociedades que aparentan “estables y cohesionadas”.  Del centro de Europa, al Medio Oriente a Centroamérica, el mundo vive una progresiva era de la desintegración.