Momento feliz es cuando el avión deja atrás los últimos titulares de los diarios y la última casita de este pedazo de isla, y te sumerges en una cada vez más profunda lejanía y caes en cuenta de que la cédula de identidad no te sirve de nada, pues con el aterrizaje has empezado a formar parte de la flotante extranjería, en el que caben: el inevitable asombro por lo distinto, el abandono de un reloj que pierde provisionalmente su importancia, el sueño sin tiempos previamente acordados, el itinerario diario que reditúa sólo placer…Es la mágica metamorfosis vacacional en que dejas de ser lo que eres para convertirte en turista.