Nueva York.-Donald Trump está copiando de los republicanos más exitosos, combina la táctica de Richard Nixon, el histrionismo de Ronald Reagan y la idiotez de George W.  Bush.

Nixon recomendaba ser ultra-derechista en las primarias, asegurar la nominación y retornar al centro para ganar las elecciones, así ganó dos veces. Eso explica el discurso pre-jurásico, ultraderechista, xenófobo de Trump.

Sus exabruptos iracundos, calculados y controlados para que no se le caiga la peluca, imitan la altanería Reagan.

Y proyecta esa idiotez que Bush asumía con gallardía, cometía estupideces públicas, luego se burlaba de cuan idiota era.   Eso multiplica las simpatías entre los idiotas, que son la mayoría y votan por sus semejantes.

Los idiotas deciden todas las elecciones.

Decía el inmenso Facundo Cabral, que su abuelo sólo le temía a los idiotas, “porque son muchos y al ser la mayoría, eligen hasta al presidente”.

Los idiotas ecuatorianos eligieron a Abdalá Bucarán y los dominicanos a Hipolito Mejía subestimarlos es una mayúscula idiotez.

Cuando Bush fue reelecto en el 2004, el diario londinense “The Daily Mirror”, se preguntó en su titular principal “¿Cómo pueden 59,054,087 de personas ser tan idiotas?”. Más de 62 millones lo reeligieron.

Las primarias republicanas están divididas entre Trump y los demás.  Entre ellos, unos apoyan parte de sus planteos, los demás apoyan la otra parte, Trump controla los debates de campaña.

El país está cansado de los políticos con su lenguaje rebuscado, emitiendo puro viento sin decir nada y, cuando ganan, increíblemente hacen menos de lo que dijeron. Trump, con su lenguaje directo, resulta súper fascinante, extremadamente seductor.

Sólo los grandes idiotas, sin consciencia de clase, subestiman el poder político de la idiotez administrada con inteligencia.

Hasta ahora las multitudes responden militantemente, al temible grito de guerra que lanzó Trump: “idiotas del mundo, uníos”.