Nueva York.-El testimonio del despedido director del FBI, James Comey ante el Comité de Inteligencia del Senado, fue un día desagradable para el presidente Donald Trump, nada más.
Comey tiene una versión de sus encuentros con Trump muy diferente a la que tiene Trump, entonces tenemos dos hombres con versiones diferentes de las mismas conversaciones.
Como el ex director del FBI no dijo nada nuevo, su declaración no conducirá a interpelar a Trump. No hay ninguna “falta grave” que justifique su interpelación.
Para hacer realidad ese sueño del grupo de Hillary Clinton, varios republicanos de la Cámara de Representantes, y del Senado, deben desertar del partido y del presidente.
Porque son los legisladores quienes inician y dan seguimiento a ese proceso y, por fortuna para Trump, ambas cámaras están bajo control de los republicanos.
El verdadero problema del mandatario es la investigación sobre los supuestos nexos de su campaña presidencial y el gobierno de Rusia, porque esas investigaciones se toman años.
Cuando inició la investigación de la asociación de ahorros y préstamos de Arkansas, Whitewater, Monica Lewinsky debió haber estado iniciando la escuela secundaria.
Se graduó de secundaria, completó tres años de la universidad y terminó en el centro de la controversia. Tardó siete largos años y su único resultado fue que Mónica le hizo unas felaciones al presidente Bill Clinton, quien luego negó la relación bajo juramento.
Empezaron investigando los bolsillos de Clinton y terminaron con unas felaciones, ese final era absolutamente inimaginable cuando empezaron. Esas investigaciones son como las guerras, sabemos cuando, donde y cómo inician, ignoramos cómo, cuando y donde terminarán.
El presidente ruso, Vladimir Putin, ya ha aceptado que algunos rusos quizá trabajaron con la campaña de Trump, pero aclaró que su gobierno no participó.
Trump gobernará bajo una constante investigación, así gobernó Clinton.