Nueva York.-Todos los empleos tienen su entrenamiento, excepto, desde luego, el más importante de todos: Presidente de un Estado-Nación. Por eso aquí la oposición otorga una “tregua” durante los primeros 100 días, al presidente Donald Trump no le dieron ni 100 horas.
Tras dos intentos fallidos, la prohibición de viajes de Trump se redujo a una “sugerencia”, y la estrepitosa implosión de su reforma sanitaria aumentó su cadena de fracasos. Responde planteándose otro gran desafío: modificar el sistea impositivo nacional
Todos los presidentes, sin ninguna excepción, incumplen promesas de campaña, las promesas de campaña son promesas de campaña, nada más, nadie medianamente razonable debe esperar que se cumplan.
El presidente George Bush padre en campaña dijo “lean mis labios, no más impuestos”. Llegó a la Casa Blanca, las arcas estaban vacías, no podia putear a Ronald Reagan, Bush necesitaba dinero y aumentó los impuestos.
Bill Clinton prometió reforma sanitaria, pero fracasó, Bush hijo prometió reformar la Seguridad Social, nada hizo, Barack Obama prometió reforma migratoria y cerrar Guantánamo, nada pasó.
Reagan demostró que para ser un buen politico basta con ser un actor mediocre, como él, y prometer cosas absolutamente incumplibles, sin la menor intención de cumplirlas.
Necesitando el voto de la ultraderecha Cristiana fanatizada, Reagan prometió una reforma constitucional para ordenar que los niños tuvieran que rezar en las escuelas todas las mañanas. Ganó y nunca más mencionó el asunto en público.
En ese salto de aspirante a gobernante, Trump ya entendió que su afirmación “yo solo arreglo esto”, nunca tuvo sentido, gobernar es concertar, no imponer.
Los primeros 60 días de Trump fueron bastante difíciles, y aprendió que tiene menos poder en la presidencia que en sus empresas.
Trump debe aprender a negociar con la ultraderecha republicana, también aprenderá que sólo gobernando se aprende a gobernar.