Nueva York.-El presidente Donald Trump, como todo jugador experimentado, le hizo girar la mesa a la clase política estadounidense. Hoy él tiene las fichas de ellos, todo el poder que tenían, ahora no tienen nada, y peligran.  En su discurso de toma de posesión, Trump hizo varias referencias a como progresaban los políticos de Washington mientras el país, el pueblo, se caía a pedazos.

Lo importante, según Trump, no es si el gobierno lo controlen republicanos o demócratas, lo importante es que lo controle el  pueblo.  Ese discurso absolutamente populista, busca cambiar la discusión.  El problema no es que el uno por ciento tiene todo el dinero mientras el 99% languidecemos, ni que ocho sujetos tengan más plata que la mitad del planeta.

El verdadero problema, en esta cosmología trumpista, es que los políticos se robaron el dinero destinado al pueblo.  Esta sobre simplificación de las desigualdades económicas la aceptará una gran parte de la población que no analiza, ni desarrolla un pensamiento crítico.

A la gran pregunta fundamental, “¿por qué muere la gente?” Le buscaron una respuesta simplísima que cambia totalmente la conversación: “porque un tipo se comió el fruto de un árbol ajeno”, la gente lo aceptó con “oh, entiendo”.

Trump ahora le tirará los perros detrás a unos cuantos políticos, los linchará en un circo público, promoverá lo mismo en Latinoamérica y otros lugares. Con eso ganará tiempo para seguir acumulando riquezas, pero en el proceso,  una nueva clase política  demandará respuestas concretas a la pregunta fundamental: ¿por qué un puñado lo tiene todo y nosotros no tenemos nada?

Entonces habremos tomado las calles contra el autoritarismo trumpista, formularemos la misma pregunta, y vendrá una respuesta satisfactoria. Si logra mantenerse en el poder, Trump nos obligará a tomar las calles, sólo así cambiaremos la historia.